El mes pasado vi en Nueva York un espectáculo muy poco
convencional titulado Sleep No More, producido por la compañía británica Punchdrunk. Al llegar
hicimos cola frente a una especie de bodega de varios pisos en el barrio
neoyorkino de Chelsea. En la entrada se solicitaba identificación con
fotografía y luego uno entraba en un pasillo gris, alto y oscuro. Ahí le pedían
que dejara bolsas y mochilas, tras lo cual nos llevaron por otro pasillo
estrecho y más oscuro hasta un bar ambientado como en los años 30. Después de
unos tragos nos apretujamos con los otros espectadores en un elevador
industrial a media luz. Un personaje vestido de smoking nos entregó unas
máscaras grises de expresión extraña y con un pico que salía de la barbilla y
nos indicó que las usáramos durante toda nuestra estancia en el edificio.
También nos prohibió hablar. Finalmente dijo: “Eso sí: recuerden que la suerte
favorece a los osados”. Con esto, nos soltó en el edificio.
Sleep No More es una especie de instalación inmersiva en la que vagas en
libertad por ambientes lúgubres: un cementerio, un bosque oscuro, una
construcción medio derruida con estatuas siniestras, un galerón de hospital de
los años 30 con 20 camas, con todo y bacinicas llenas, el taller de un
taxidermista con huesos y animales disecados, un gran salón oscuro, la
habitación de un niño, sobre la cuna una nube de muñecas decapitadas… De tanto
en tanto aparecen personajes que hacen cosas como si el público enmascarado y
silencioso no estuviera. En el transcurso de tres horas uno puede presenciar
muchas escenas (parece que en total hay 14 horas de material que ocurren
simultáneamente durante las tres horas de función). Yo vi una enfermera
recortando frenéticamente letras de una página de revista, un taxidermista
limpiando unos huesos con un cepillo y que luego salía a toda prisa, una mujer
embarazada haciendo acrobacias con su esposo por las alturas de los libreros de
un reducido departamento, un asesinato y un banquete que terminó muy mal (no
puedo decir más), todo sin una palabra ni del público ni de los actores.
El material teatral está relacionado vagamente con la obra
de Shakespeare Macbeth, pero lo más interesante no es eso, sino lo que hace el público (y lo que
hace uno como público) en esas condiciones. En cuanto me puse la máscara me
sentí extrañamente liberado pese a la oscuridad y la estrechez, que, como
descubrí ya adentro, se extendían a casi todos los ambientes de los seis pisos
del edificio. Ya en la instalación, no me privé de abrir cajones, sacar libros,
leer cartas, deshacer camas. El anonimato envalentona. No había que reconocer
ni saludar a nadie, ni siquiera tenerles las mínimas consideraciones que impone
la decencia cuando hay luz y se ven las caras. Mis acompañantes y yo no nos
portamos demasiado mal (y eso que nos habían dicho que la suerte favorece a los
osados), pero en una entrevista reciente oí a los actores contar que algunos
espectadores se ponen la ropa de los armarios (que a veces es vestuario),
lanzan cosas contra las ventanas, se roban las cartas, e incluso hacen el amor
en algún recoveco de la gigantesca instalación. Definitivamente tengo que volver.
Sleep No More ha causado sensación en Nueva York. Hay quien la considera
un experimento psicológico más que un espectáculo teatral. Toda obra de teatro
es un poco experimento psicológico en el sentido de que, por tradicional que
sea, pone a un grupo de personas en una situación desusada, pero controlada, y
le impone reglas que sólo valen en el teatro, como el conocido acuerdo tácito
en que le público accede a suspender su incredulidad y aceptar que lo que
ocurre en escena es real. Sleep No More lleva al extremo la manipulación directa del
espectador con las máscaras, el voto de silencio obligado y la participación a
la que te obliga el estar inmerso en el escenario y en medio de la acción. En
esto el espectáculo se parece incluso a experimentos psicológicos específicos.
En 1971 el psicólogo Philip Zimbardo quiso poner a prueba su
hipótesis de que las personas no son buenas o malas per se, sino en respuesta a situaciones.
Zimbardo reclutó a veintitantos estudiantes, construyó una prisión simulada en
un sótano de la Universidad Stanford y les asignó a unos el papel de guardias y
a otros el de reos. El experimento debía durar dos semanas, pero a los pocos días,
los guardias, envalentonados por la autoridad que la situación les confería (y
por lentes de sol reflejantes que no dejaban verles los ojos), dieron en
maltratar a los reos y hacerles tortura psicológica. Hubo gente que no aguantó
la opresión y tuvo que abandonar el experimento. Zimbardo lo suspendió a los
seis días en vista de lo fea que se había puesto la cosa, y espantado de verse
a sí mismo comportarse como un matón, paseándose por los pasillos con el pecho
abombado y las manos en la cintura como un verdadero tiranuelo. Para Zimbardo,
su horrible experimento confirma que cualquiera puede convertirse en verdugo si
la situación se lo permite y que no somos intrínsecamente buenos o malos.
Otro experimento similar con que los informados han asociado
Sleep No More es
el experimento de Stanley Milgram, también psicólogo, y amigo de la infancia de
Zimbardo. De niño, Milgram, de familia judía, se había mordido las uñas de
preocupación preguntándose si la espantosa transformación de buena parte de la
sociedad alemana durante la época de los nazis era posible en Estados Unidos. A
principios de los años 60 Milgram solicitó voluntarios para un experimento
sobre la memoria. Sin saberlo los participantes, el experimento no para
explorar la memoria, sino para ver hasta qué grado una persona normal era capaz
de anular su sentido moral y llevar a cabo una acción cruel en respuesta a una
orden proveniente de una figura de autoridad. En concreto, los participantes
tenían que enviarle descargas eléctricas a una persona que estaba en otro
cuarto si las respuestas de esa persona a ciertas preguntas eran erróneas. Con
cada error aumentaba la intensidad de la descarga. Si el participante
solicitaba parar el experimento, el experimentador le pedía hasta cuatro veces
que continuara con voz perentoria (a la quinta vez se suspendía el experimento
y el participante quedaba libre).
Llegaba un momento en que los participantes que no claudicaban oían
gritos de dolor y golpes en la pared que los separaba de la supuesta víctima.
Lo que no sabían los voluntarios es que no le estaban dando toques a nadie y
que los gritos estaban grabados. (Pueden ver una recreación del experimento original aquí.) Milgram observó que una alamante proporción de
los participantes, so pretexto de obedecer instrucciones, eran capaces de
administrarle al prójimo las descargas más dolorosas, e incluso hacerlo con
cierto gusto. Un día negrísimo para la especie humana. Como para no volver a dormir.
Los estudios y las conclusiones de Zimbardo y Milgram tienen
sus críticos, pero eso lo dejaré para otro momento.
El que un espectáculo teatral pueda confundirse con un
experimento psicológico sugiere una nueva fuente de inspiración creativa (o tal
vez no tan nueva) tanto para psicólogos experimentales como para dramaturgos y
productores: ¿cuántas maneras hay de manipularle la psique al público sin
tenerlo sentado en un teatro tradicional (y sin hacerlo sufrir de verdad,
claro)? ¿Cuántas obras de teatro ya existentes pueden revelar, en las
reacciones de su público, aspectos interesantes de la naturaleza humana? Desde
que vi Sleep No More espero con ansia la siguiente oportunidad de dejarme manipular por un
director de teatro injertado de psicólogo experimental.
6 comentarios:
Estimado Tim Burton (perdon, Sergio de Regules, jaja): amigo, ahora si pasaste tu comentario "al lado oscuro", jeje, paladeable pero con un gustillo a maldad, meuy leve pero perceptible.
Interesante
pero Inquietante.
A mi me late que ustedes con sus mascaras sentian lo mas parecido a ser fantasmas. Fijate que yo oí algo de otra indole, pero creo que esta mas sexual: un cuarto oscuro. Es muy sencillo, un cuarto absolutamente oscuro, cerrado, donde no se puede decir nada. y nada mas. ¿que se hace o que pasa ahi adentro? lo que la mente de cada uno traiga. Hasta ahorita solo melo imagino, pues no terminé de escuchar relatos de que pasa en esos cuartos oscuros. ¿lo que pasa en las Vegas se queda en las Vegas? suena muy parecido, hasta parientes situaciones podrian ser... ¿tu como lo ves, podrias decirme algo al respecto? saludos.
Pues sí, suena a otro experimento teatral, pero muy sencillo. "Sleep no more" es de una complejidad bestial: abres cualquier cajoncito escondido en uno de los ambientes más recónditos del edificio y te encuentras cosas que parece que llevan ahí 30 años. Y sí: la sensación era un poco como ser fantasmas, tienes toda la razón. Es muy cómodo ser fantasma.
Bueno, me faltó decir algo de las inquietantes mascaras que pusiste en la imagen del comentario: no es que transmitan maldad, claro que tampoco bondad, pero mas bien sugieren vacuidad... vacio moral, vacio afectivo, vacio social; es el tipo de expresion que me imagino tendria alguien o algo, que viendote en desgracia, no le causara ninguna emocion. La pavorosa indiferencia.
¿Recuerdas una perturbadora pelicula de Kubrik "ojos bien cerrados"? igual muy parecido efecto de "inmunidad" reflejaban las personas que ahi iban con sus marcaras tipo carnaval de Venecia... y un muy inquietante juego de imaginacion logro este director con nosotros los espectadores, sembrando la duda (que como buen realizador de cine de arte NUNCA ACLARÓ) de ¿que pasaba realmente en estas fiestas de pervertidos ricachones? ¿solo perversiones o tambien crimenes? en fin, de inmediato la mascara que pusiste me transportó a esa pelicula.
Saludos.
"La pavorosa indiferencia" es una frase genial, Luis Martín. Creo que describe perfectamente la expresión de las máscaras. También tu referencia a "Ojos bien cerrados" y en general las fiestas de máscaras.
tenkius
Mi hermana fue a esa obra y me dijo que le gustó muchísimo, pero nunca le pregunte bien a bien de qué se trataba, me contó que no podías ver todas las escenas pero que al final todos se juntaban en un lugar. Me dio mucha curiosidad, pero después de leer tu entrada, me dan muchísimas ganas de verla.
Saludos sergio
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