viernes, 26 de agosto de 2011

El espejo de Ramachandran

Gregory House y su amigo Wilson, en cuyo departamento House vive de gorrón, tienen un vecino insoportable que les hace la vida imposible. Es un veterano de la guerra de Irak y su mal humor tiene cierta justificación: al hombre, todavía joven, le falta una mano que perdió en combate. Se queja de todo: del ruido, de la música que pone House, de la basura que nunca dejan House y Wilson donde él quisiera.
Harto de la situación, House decide tomar el toro por los cuernos y un día, en el elevador, saca discretamente una jeringa con anestesia y se la clava en el cuello al horrible vecino. Lo saca arrastrando del elevador y lo mete en el departamento de Wilson. Cuando el vecino despierta, House lo tiene sentado frente a un extraño artefacto. Es una caja sin tapa, con dos agujeros en un costado y espejos en el interior. Los espejos están dispuestos de tal manera que si uno mete las manos en los agujeros, una queda oculta, pero el paciente ve dos manos (o una mano y un reflejo).
House ha deducido (la deducción es su fuerte) que el vecino tiene ese caracter porque sufre dolor en el miembro amputado, lo que se conoce entre los médicos como "miembro fantasma". Cuando se amputa un miembro, la región cerebral que recibe las sensaciones de ese miembro y que controla sus movimientos no se borra. Es como si el cerebro siguiera "creyendo" que todavía tiene la mano que le falta. Estos miembros fantasma pueden producir mucho dolor. En 1998 el neurólogo indio Vilayanur Ramachandran ideó un tratamiento basado en la hipótesis de que el dolor fantasmal viene de una especie de discordancia en el cerebro entre la sensación de tener el brazo, la mano o la pierna amputada y la observación de no recibir estímulos sensoriales de ese miembro. El tratamiento consiste en hacer que el paciente meta los brazos (o las piernas) en la caja de espejos. El reflejo del miembro sano se ve como si fuera el miembro amputado que ha resucitado. Cuando el paciente mueve la mano buena, ve moverse también la otra y esto, al parecer, ayuda a reconfigurar las conexiones cerebrales, con lo que --si todo sale bien y luego de varias sesiones-- el cerebro "aprende" la nueva situación y el dolor del miembro fantasma desaparece. En ciertos casos, la sensación de alivio puede ser inmediata.
House le aplica a su vecino el tratamiento de Ramachandran y --abracadabra-- el dolor se le va. El vecino mira a House con nuevos ojos y la relación mejora (pese a que drogar a un vecino en el elevador sin pedirle permiso es de muy mala educación, además de poco ético).
Ramachandran asocia el relativo éxito de su terapia del espejo con una característica del cerebro humano: nuestra necesidad de encontrarle sentido a lo que percibimos, cueste lo que cueste. Otros experimentos, realizados por los neurólogos Michael Gazzaniga y Joseph Ledoux en los años 70, habían sugerido que el cerebro tiene un departamento editorial encargado de reunir la información presente y construir con ella una historia coherente. El mecanismo interpretador, como lo llama Gazzaniga, nos ayuda a aprehender el mundo, pero también se puede engañar. En el caso de los miembros fantasma, la disonancia entre la sensación de tener mano y la información visual de no tenerla causa un profundo desconcierto parecido al que se puede simular si una persona con dos manos hace el experimento del espejo: poner las manos de tal forma que una quede oculta y la otra se vea reflejada en un espejo en la misma posición en que se encuentra la mano que no se ve y luego mover ya sea la mano visible o la invisible: en ambos casos el cerebro recibe información contradictoria. La sensación es muy extraña. Pruébenlo.
Si todo sale bien, en un rato más, cuando esté en la cabina de Imagen, haré el experimento con Pedro Ferriz. A ver qué pasa.

viernes, 19 de agosto de 2011

¿Ver el futuro?


Daryl Bem es un respetado psicólogo de la Universidad Cornell. Daryl Bem cree haber encontrado evidencia de que algunas personas pueden sentir el futuro.
No es común encontrarse dos frases como éstas juntas en un blog de ciencia serio, pero ambas son verdad. En octubre del año pasado, Bem publicó en la revista The Journal of Personality and Social Psychology un reporte de experimentos encaminados a probar si se puede responder a información que aún no se ha producido. Según Bem, sus resultados indican que sí se puede.
Daryl Bem empieza con una clasificación de los fenómenos que en inglés se engloban en la categoría "psi" (de "para PSIcológico", me imagino). Le interesan en especial la precognición (saber conscientemente acontecimientos futuros) y la premonición (aprehensión sobre acontecimientos que se producirán en el futuro). Para probarlos, Bem y su equipo idearon una serie de experimentos que realizaron con estudiantes de su universidad. He aquí uno de ellos:
El participante se pone frente a una pantalla de computadora en la cual se ven dos telones cerrados. Detrás de uno aparecerá una fotografía y detrás del otro nada. El participante trata de adivinar cuál es cuál. Se abren los telones y se comprueba el resultado. Pero la ubicación de la imagen aún no está determinada cuando el participante toma su decisión; la decide una computadora automáticamente y al azar tras la elección del sujeto. Así, se esperaría que, en promedio, los participantes acertaran 50% de las veces.
Ahora el detalle adicional: las imágenes eran una mezcla de temas neutros y fotografías pornográficas.
Resultó que los participantes adivinaron la ubicación de las fotos 49.1% de las veces para las imágenes neutras, pero 53.7% de las veces en el caso de las imágenes sexualmente estimulantes. Otra vez: la computadora seleccionaba al azar la posición de la imagen después de que el participante hiciera su elección. Los resultados que reporta Daryl Bem sugieren, entonces, que los participantes anticiparon precognitivamente el estímulo sexual que se encontraba en el futuro, pero que aún no estaba decidido cuando hicieron su elección.
Éste es sólo uno de nueve experimentos parecidos con más de mil participantes. Bem tiene la precaución de señalar al principio de su artículo que el término psi es únicamente descriptivo: no implica que los fenómenos que describe sean milagrosos, ni mágicos; no hace suposiciones acerca del mecanismo que podría subyacerlos. Estos fenómenos, si son verdad, solamente mostrarían "procesos anómalos de transferencia de información o de energía que no se pueden explicar por mecanismos físicos o biológicos conocidos". Punto. También señala que la mayoría de sus colegas no cree que sean reales los fenómenos que engloba la categoría psi (telepatía, clarividencia, telekinesis, precognición y premonición).
"El investigador de los fenómenos psi enfrenta dos grandes retos: uno empírico y otro teórico", escribe Bem. "El reto empírico, claro está, es producir demostraciones bien controladas de estos fenómenos que otros investigadores independientes puedan repetir. Ése es el objetivo principal del programa de investigación que se reporta en este artículo". Dicho de otro modo, Bem y su equipo no han puesto manos a la obra para demostrarle a un mundo incrédulo y necio que sí existen estos fenómenos tan extraños (no son unos fanáticos babeantes, como tantos), sino para tratar de zanjar el debate de una vez por todas ideando las pruebas controladas y repetibles sin las cuales simplemente no hay ciencia. El artículo superó los filtros de revisión académica de una revista seria, lo que indica que los colegas de Bem consideran que sus experimentos están bien formulados y bien hechos. De ahí a que acepten sus resultados, desde luego, hay mucho trecho: Bem reporta cierto efecto del futuro sobre el pasado (aunque ese 53.7% tampoco es como para irse de espaldas de la impresión; está muy cerca del 50% que se espera del puro azar), pero para concluir que sí se puede sentir el futuro otros investigadores independientes tienen que repetir los experimentos y obtener los mismos resultados.
Pues bien, el proceso de prueba típico de la ciencia ya empezó. Dos equipos independientes, uno de Estados Unidos y otro de Suecia (creo), han repetido al pie de la letra algunos de los experimentos ideados por Bem. Resultado: no les sale lo mismo. Los resultados de Bem no han sido replicados hasta el momento.
¿Significa que Bem y sus colaboradores se equivocaron o son malos científicos? No. Esto es lo normal en ciencia. Bem sólo propuso un procedimiento y reportó lo que él obtuvo, en espera de que sus colegas repitan las mismas operaciones para ver si ellos también obtienen lo mismo. Si no (como parece que será el caso), Bem simplemente se dedicará a investigar otra cosa y quedará aceptado que los hipotéticos fenómenos psi no pasaron las pruebas de realidad que da por buenas la exigente comunidad científica.

viernes, 12 de agosto de 2011

"Soy totalmente hemisferio derecho"

Un amigo físico sin ninguna habilidad artística especial (y que no se acompleja por ello) me decía, cuando me oía alguna mafufada: "Es que tú eres taaaaan hemisferio derecho". Lo decía con cariño y tal vez un poquitito de condescendencia. Él, físico puro, era "hemisferio izquierdo".
Tomen un cerebro humano, sopésenlo, denle vuelta. Un cerebro está hecho de dos mitades evidentes, separadas por un surco. Son los hemisferios cerebrales. Entre ambos forman una totalidad funcional y hasta estética. Los une un hato de fibras nerviosas denso como una cuerda de amarrar barcos que se llama cuerpo calloso (y unas cuantas hebras de tejido nervioso menos impresionantes). Para los neurocientíficos, son dos máquinas de gestión de datos interconectadas por una supercarretera de información, dos continentes de experiencia unidos por un puente muy transitado. No siempre se vio así. Lo más natural, al principio, antes de que se supiera nada acerca de su modo de operación, fue tratar al cerebro como a cualquier otro órgano. Un órgano, una función. El corazón impulsa, los riñones filtran, el estómago muele, los intestinos absorben y el cerebro piensa (es decir, impulsa, filtra, muele y absorbe, pero información). ¿Pensamos con todo el cerebro? ¿Se equivalen todas las provincias cerebrales y sirven todas como máquinas de pensar "todo terreno"?
La neurofisiología del siglo XIX ilustra vívidamente lo relativo que puede ser todo en la vida: a un individuo que trabaja en construcción de ferrocarriles una viga que sale disparada por una explosión accidental le perfora el cerebro, pero lo deja vivo; los científicos pueden examinar qué aspectos del comportamiento alteró el accidente. La desgracia de muchas personas que sufrieron accidentes cerebrales diversos sirvió para empezar a explorar las funciones de las distintas partes del cerebro. Por ejemplo, así descubrió Paul Broca que una región del hemisferio izquierdo, hoy llamada "área de Broca", funciona como cuartel general de la capacidad de hablar. Surgió de estas investigaciones la noción de funciones cerebrales separadas geográficamente en el órgano.
En los años 60 se popularizó un remedio para la epilepsia que consistía en cortar el cuerpo calloso y con eso interrumpir la comunicación entre los dos lados del cerebro (cortar el estrecho de Bering entre los dos continentes). Los pacientes después llevaban una vida perfectamente normal: no se les alteraba la memoria ni las capacidades cognitivas. Bueno, casi normal. Algunos operados empezaron a sentir como si una especie de espíritu se hubiera apoderado de su cuerpo, porque éste a veces hacía cosas a espaldas de la voluntad de la persona y hasta contra la voluntad de la persona. Michael Gazzaniga, recién doctorado en psicobiología por la Universidad de California, se interesó en el asunto y, con otros colegas, puso a prueba a varios pacientes con cerebro dividido. Gazzaniga y amigos le mostraban a un individuo dos imágenes. Una entraba al hemisferio derecho y la otra al izquierdo. Descubrieron que los pacientes podían nombrar lo que veía el hemisferio izquierdo, pero que no tenían ninguna conciencia de lo que se presentaba al derecho. Sin embargo, si les pedían que hicieran un dibujo con la mano controlada por ese hemisferio, representaban sin falla lo que habían visto. El hemisferio derecho no podía expresarse verbalmente, pero podía poner en movimiento respuestas no verbales a lo que experimentaba, lo que explica las acciones involuntarias de los pacientes con cerebro dividido.
Luego los investigadores observaron un fenómeno más interesante. En un experimento se pedía a cada hemisferio (es un decir: se le pedía al paciente que con cada mano...) que respondiera a lo que veía; por ejemplo, escogiendo con la mano correspondiente entre varias estampas, la que tuviera una imagen relacionada con lo que veía. El hemisferio izquierdo veía una pata de gallina y la mano correspondiente escogía, entre varios objetos posibles, una gallina; el hemisferio derecho veía un paisaje nevado y la mano correspondiente señalaba una pala. Los experimentadores sabían perfectamente a qué obedecía la elección del hemisferio derecho: la pala es para quitar la nieve, pero el paciente simplemente no sabía que con un lado del cerebro estaba viendo un paisaje nevado. Si le preguntaban "¿qué ves?", contestaba "una pata de gallina".
Entonces Gazzaniga y colegas daban el siguiente paso: preguntarle al paciente (es decir, a su hemisferio izquierdo, que es el único que puede expresarse verbalmente) por qué había escogido la pala con la otra mano. El hemisferio izquierdo no podía saberlo, puesto que la elección se hizo del otro lado del cerebro, con el que no tenía comunicación, sin embargo los pacientes siempre daban alguna respuesta; por ejemplo, "la pala es para limpiar el gallinero". El hemisferio comunicativo siempre encontraba, o mejor dicho, construía, explicaciones coherentes de lo que percibía. Gazzaniga y sus colegas llamaron a esta extraña función del hemisferio izquierdo "el narrador", o "el mecanismo interpretador", del cerebro. Este mecanismo no opera sólo en las personas con cerebro dividido; lo tenemos todos. En el cerebro, pues, hay un departamento encargado de editar la experiencia, de encontrarle sentido al mundo, de inventarle sentido al mundo a cualquier costo. "El mundo es un caleidoscopio. La lógica la pone el hombre", escribía Miguel de Unamuno. Hoy podríamos decir "la lógica la pone el hemisferio izquierdo".
Lo más interesante --y más inquietante-- es la facilidad con que se engaña este mecanismo interpretador... o la facilidad con que nos engañamos. Cuántos recuerdos con los que hemos construido nuestra autobiografía interna podrían ser falsos, o por lo menos estar muy trastocados por el mecanismo editor, que todo lo deforma para mejor formar historias coherentes, sean ciertas o falsas. Cuántas explicaciones que nos damos de nuestro comportamiento --explicaciones en las que el yo siempre queda del lado de la razón-- serán percibidas por los demás como pura componenda. ¡Qué horror!
Estos experimentos de Gazzaniga y sus colaboradores son los que establecieron que no sólo hay regiones especializadas del cerebro, como el área de Broca, sino que los hemisferios cerebrales tienen especialidades muy distintas: el hemisferio izquierdo predomina y sobresale en el habla y el razonamiento lógico; el derecho en percepción espacial, coordinación de movimientos, orientación. Pero de ahí a que las personas artísticas estén dominadas por su hemisferio derecho y las científicas por el izquierdo, hay mucho trecho. Hoy se reconoce que ésta es una sobresimplificación. Todos usamos el cerebro completo (y desde luego el viejo mito del 10 por ciento es absurdo), las artes requieren las dos especializaciones, las ciencias también. Podemos seguir diciendo "eres muy 'hemisferio derecho'", pero sin olvidar que esto ya no tiene ningún fundamento científico.