Cuando se quiere absorber toda la información posible acerca del universo para entenderlo mejor, conviene usar todos los sentidos. Se dice fácil, pero esta recomendación no siempre es práctica: ¿cómo aplicamos el olfato a la investigación genética, el tacto a la física de partículas o el oído a la astrofísica?
Lo último lo han hecho dos estudiantes de posgrado: Alex Parker, de la Universidad de Victoria, Canadá, y Melissa Graham, de la Universidad de California. Parker y Graham han inventado una manera de representar auditivamente los datos de unas 250 supernovas de tipo Ia (se pronuncia "uno A"). De estas explosiones estelares podemos saber varias cosas: la distancia a la que se encuentran (distancias intergalácticas, de millones de años luz), la intensidad con la que brillan, la curva de variación de esa intensidad luminosa, el tipo de galaxia en que viven... Para representarlos auditivamente hay que traducir (o más bien, transducir) esta información al tipo de datos que contienen los sonidos: duración, posición en el tiempo, intensidad sonora, tono... Parker y Graham asignaron a cada supernova una nota, ya sea de piano o de contrabajo, según el tipo de galaxia en la que se produjeron: a las galaxias más masivas les tocan notas de contrabajo, a las más ligeras, notas de piano. El volumen de la nota corresponde aproximadamente a la distancia: las más apagadas están más lejos; y la frecuencia se relaciona indirectamente con la curva de variación de la luz de la supernova (Parker y Graham tomaron las notas de la escala frigia, común en la música flamenca, judía, turca, griega y árabe). El resultado es esta bonita Sonata de las supernovas (que podemos disfrutar sin olvidar que, como toda traducción, ésta también es una interpretación y contiene elementos muy subjetivos):
Los datos provienen de tres años de observación astronómica con el Telescopio Canadá-Francia-Hawai, situado en el volcán Mauna Kea. Este aparato se usó para observar cuatro regiones del cielo relativamente pequeñas. Durante el lapso de estudio el telescopio captó 241 supernovas de tipo Ia. En la sonata, cada segundo representa unas dos semanas de tiempo real (ésta es música comprimida; hace poco tuvimos ocasión de apreciar una fracción mínima de una pieza musical muy extendida). El video muestra las ubicaciones de las explosiones conforme van ocurriendo.
Hay personas que nacen con un extraño corto circuito de los sentidos que hace que vean la información auditiva o saboreen la información visual, por ejemplo. Esta condición se llama sinestesia. La sinestesia le confiere al afectado una percepción del mundo muy particular. De hecho, es más común en los artistas que en otros grupos. El sinestésico puede ver relaciones entre las cosas del mundo que a los demás nos están veladas. Quizá traducir datos para poderlos analizar con otros sentidos nos pueda ayudar a los que no somos sinestésicos a percibir una rendija de ese otro mundo...o quizá no. En todo caso, es un ejercicio muy divertido.
Me consta: hace unos años, construí esta breve música genética para una exposición del Museo de las Ciencias Universum, de la UNAM. Igual que Parker y Graham, usé datos del mundo real, pero interpretados. Los datos son la secuencia de letras genéticas del gen de la insulina. Las letras del alfabeto genético son las "bases nitrogenadas" adenina, citosina, guanina y timina (A, C, G, T). A cada letra le asigné una nota. Para simplificarme la vida, les di las notas que corresponden a sus iniciales en el sistema de notación musical que emplea letras, en el que A es la, C es do y G es sol. Como T no tiene correspondiente, le asigné de manera arbitraria una nota que sonara bien con las otras tres. Usé notas de dos duraciones: una negra para las moléculas grandes, un octavo (o corchea) para las cortas. Toda traducción es una interpretación, y también lo son estas dos formas de traducir datos científicos en información sonora.