Luego
de leer el cuento “Todo en un punto”, de Italo Calvino, se siente uno muy
agradecido de que exista el espacio. Si todo estuviera en un punto estaríamos
incomodísimos, todos encimados y metiéndonos los codos por las córneas unos a
otros. Pero lo peor sería que, con todo tan cerca –el Taj Mahal, la zona del
silencio, las obras completas de Proust, Halle Berry…--no podríamos apreciar
nada porque para apreciar hay que tomar distancia. Agradezcamos, pues, a quien
resulte responsable de que exista el espacio. Demos gracias por las dimensiones
que nos tocaron en suerte –arriba-abajo, adelante-atrás y hacia los lados. Son
tres dimensiones, tres…
¿Estaríamos conformes con sólo dos
dimensiones? Tal vez sí. Después de todo, esas personas tan parecidas a
nosotros que vemos en las fotos sonríen todo el tiempo y nada parece impedirles
divertirse en Acapulco o posar frente a las pirámides. Quizá podríamos vivir en
dos dimensiones tranquilamente (y en ese caso las fotos y las pinturas serían
de una dimensión, ¿se imaginan?).
Ahora miremos con lupa filosófica la
foto donde aparecemos –o aparecen nuestros dobles bidimensionales—tan
contentos. ¡Esas personas no tienen entrañas! ¿Dónde podrían tenerlas? Viven en
las dos dimensiones de la foto, donde nada se nos puede ocultar a los seres de
la dimensión superior (nosotros, tridimensionales). Vemos todo lo que ellos
tienen y son. Piensen en el plano arquitectónico de una casa. Los seres
bidimensionales que viven en ese plano ven la casa como un conjunto de líneas
sólidas, pero nosotros, además de las líneas que representan los muros, vemos
el interior de todas las habitaciones. De modo que las personas de las fotos no
tienen tripas, y sin tripas no resulta claro cómo podrían vivir.
Supongamos que dibujamos un animal
bidimensional al que queremos dotar de los órganos necesarios para que pueda
vivir (al menos vivir como entendemos ese verbo los tridimensionales).
Pintémoslo, por simplicidad, como un círculo, atendiendo al hecho de que un
animal ha de ser un todo contenido y que en dos dimensiones nada contiene más
eficazmente que el círculo. Para que pueda ingerir alimentos borremos un
segmento de la circunferencia. Es la boca. La boca debe conectar con el estómago,
así que trazamos una carreterita de la boca de nuestro bicho circular hacia
dentro, hasta desembocar en otro círculo, que será el estómago. Pero el animal
también debe desechar lo que le sobra, de modo que el estómago se conecta a su
vez con el lado contrario de la circunferencia. Muy bien, ya tiene aparato
digestivo. Pero algo anda mal. ¡El aparato digestivo bidimensional parte en dos
a nuestro bicho! (Dibújenlo si no me creen.)
Así que no, no estaríamos conformes con
sólo dos dimensiones. ¡Qué suerte que el universo tenga tres! Pero, ¿por qué
conformarnos con tres? ¿Y si tuviera más? ¿Qué proezas podríamos realizar en
cuatro o cinco dimensiones? ¿Seríamos más felices? ¿Habría más posiciones
sexuales?
Francamente no sé si en cinco
dimensiones hay más posiciones sexuales. Mi amigo Martín Bonfil, que sabe mucho
de sexo, dice que sí. Mi prima Concha Ruiz, que sabe mucho de matemáticas, dice
que no, y la explicación es que, en teoría de nudos, las cosas no cambian mucho
si las dimensiones no aumentan mucho. Las posiciones sexuales, claro, son pura
teoría de nudos. Según me explica Concha, es cuestión de topología. La
topología del Kama Sutra, podríamos
decir.
Lo que sí sé es que los físicos no se conforman con tres
dimensiones espaciales para construir las teorías más fundamentales, con las
que pretenden explicar desde la estructura del espacio-tiempo hasta las
propiedades de la materia. En la llamada teoría
de supercuerdas, candidata a teoría de todo (como dicen los físicos sin
morderse la lengua), el espacio-tiempo
tiene muchas más dimensiones de las que percibimos. ¿Y por qué no las
percibimos? Porque en esas dimensiones no hay tanto espacio como en las tres
que conocemos bien. De hecho, hay poquísimo espacio, cuando mucho un milímetro,
y eso en las más extensas. De manera que, además de arriba-abajo,
adelante-atrás y a los lados, hay otras direcciones que no vemos. Todos nos
proyectamos en esas dimensiones, pero no podríamos vernos esas partes ni
mirándonos de cerca el ombligo.
Con todo, podríamos vislumbrar las
dimensiones invisibles con experimentos en aceleradores de partículas. Algunos
ya se están llevando a cabo. El objetivo es detectar los efectos que tendrían
las dimensiones invisibles sobre el comportamiento de la fuerza de gravedad. Si
la teoría es correcta, los científicos esperan ver procesos insólitos, como la
aparición transitoria de agujeros negros microscópicos. El asunto es muy
importante para la física (ya les traeré noticias). Pero también puede ser
importante para el sexo, siempre y cuando las 11 dimensiones que, al parecer,
tiene el espacio basten para hacer más interesante la topología del Kama Sutra.