martes, 24 de noviembre de 2009
El terremoto darwiniano
martes, 17 de noviembre de 2009
Un día normal en Calakmul: la vida cotidiana de los mayas
Estamos en el año 3400 d.C. Unos arqueólogos examinan lo que queda de los periódicos, revitas y transmisiones de televisión del México del siglo XXI para tratar de entender esa extraña civilización, de la cual se cuentan muchas cosas fantásticas (por ejemplo, que predijeron que el mundo se va a acabar en 3412, pero para nuestros arqueólogos --científicos serios-- eso son tonterías). De los documentos que examinan, los arqueólogos se hacen una imagen de la sociedad mexicana de 1400 años atrás: todos eran gente glamurosa, o sea, políticos, narcotraficantes, futbolistas y actores de telenovelas... o así parece, puesto que los documentos no hablan de otra cosa. No hay manera de saber si en esa sociedad había también gente común que padeciera a esos políticos, narcos, futbolistas y actores de telenovelas.
Lo mismo pasa con los vestigios de la mayoría de las civilizaciones antiguas: en los documentos que quedan (muros pintados, inscripciones) sólo se relata la vida de los ricos y poderosos. Queda en tinieblas la gente normal, cuyas actividades daban sustento a las de los notables y sin cuya presencia no se explica el funcionamiento de esas civilizaciones.
Por eso están muy contentos los arqueólogos Ramón Carrasco Vargas,Verónica Vázquez López y Simon Martin, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Universidad Nacional Autónoma de México (o sea, la UNAM…parece que hay gente que no sabe que son una y la misma) y el Museo de la Universidad de Pensilvania. Como informan en un artículo publicado el 17 de noviembre en la revista Proceedings of the National Academy of Science, encontraron una pirámide con pinturas murales que describen la vida cotidiana: preparación de alimentos, oficios y costumbres de la gente común, con imágenes y textos, casi como si fuera un manual pictórico de usos y costumbres mayas del siglo VII. La pirámide se encuentra en Calakmul, Campeche, en una sitio descubierto en 1931.
Como sucede con todos los hallazgos científicos, éste llevaba ya tiempo cocinándose. El Proyecto Arqueológico Calakmul, auspiciado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, explora el sitio desde 1993. En 2004 los autores del artículo y su equipo emprendieron excavaciones en uno de los edificios del complejo arqueológico. Luego de retirar escombros y maleza, abrieron un túnel de 70 centímetros de ancho y lo reforzaron para poder entrar en la pirámide. Encontraron rastros de varias etapas de construcción encimadas, como es común en los edificios prehispánicos. A partir de los restos de cerámica que encontraron en cada etapa han deducido que el edificio se empezó a construir alrededor del siglo V d.C. La última etapa data del siglo XI, más o menos.
En la tercera etapa es donde encontraron los murales que describen aspectos de la vida cotidiana en Calakmul. Carrasco, Vázquez y Martin calculan que los muros de esa tercera etapa fueron pintados entre los años 620 y 700 d.C. En los dos niveles de la pirámide que han explorado, lso arqueólogos han encontrado cerca de 30 escenas diferentes. Un tercer nivel queda por explorar.
Un vendedor de atole y su cliente, una tamalera, un tameme (cargador) que transporta productos al mercado, todos con inscripciones que indican su oficio: aj-ul (vendedor de atole), aj-ix'im (vendedor de tamales), aj-atz'aam (vendedor de sal). Un hombre con un loro rojo en el hombro, un joven, un niño y una anciana. El trabajo que ha revelado estas escenas es una colaboración internacional. Gene Ware, de la Universidad Brigham Young, ha analizado los murales con métodos espectroscópicos para mostrar detalles que no se ven a simple vista; Piero Baglioni, de la Universidad de Florencia, investiga la química de los pigmentos y el método de aplicación, así como la mejor manera de conservar los murales ahora que están al descubierto.
En México nos enteramos de la noticia por el periódico español El país. Ningún periódico mexicano se hizo eco de este hallazgo. Hubo quien reclamó que el artículo original se publicara en una revista estadounidense. Creo que es importante responder a esta queja. La ciencia se publica en revistas especializadas de comunicación entre científicos. El científico no publica por vanidad: es su obligación, obligación para con la comunidad y para con las instituciones de investigación, gubernamentales e internacionales que le proporcionan recursos. Las revistas de más impacto –las más leídas—son estadounidenses o europeas. Las revistas especializadas/profesionales mexicanas son muy pocas y de poco impacto. Al científico se le evalúa por el número de publicaciones y por la cantidad de referencias posteriores que éstas generan. No se publica en revistas extranjeras por falta de apego al terruño, sino porque en México simplemente no hay foros ni escaparates para la ciencia profesional (o muy escasos y poco frecuentados).