Cultura es todo lo que hacemos que no viene programado de fábrica en el cerebro: nuestro idioma nacional y la variante local que hablamos, las reglas de urbanidad, la política, la religión, la ciencia, los cuentos infantiles, los héroes a los que rendimos culto. Poseer la cultura local facilita interactuar con los nativos y a fin de cuentas favorece la supervivencia.
¿Cómo se adquiere la cultura? Aquella en la que uno nace se adquiere imitando a los padres sobre todo. La imitación también es la forma por excelencia de adquirir una cultura a la que se llega.
El aprendizaje social de la cultura es una especie de herencia parecida a la herencia genética. Podríamos decir que hay unos conocimientos y comportamientos que heredeamos por vía genética y otros que heredamos culturalmente. Los humanos hemos inventado un "segundo sistema de herencia" que complementa al que nos dio la naturaleza.
Pero no somos, ni de lejos, los únicos animales culturales. Dos artículos que aparecen en el número de Science de esta semana lo ilustran bien.
El primero es de Erica van de Waal, Christèle Borgeaud y Andrew Whiten. Los tres trabajan en una reserva en Sudáfrica y provienen colectivamente de la Universidad St Andrews, Escocia, y de la Universidad de Neuchâtel, Suiza. Van de Waal y sus colaboradores hicieron un estudio de la importancia del aprendizaje social en cuatro grupos de monos vervet silvestres. En la primera parte del experimento, pusieron en el territorio de cada grupo dos recipientes llenos de granos de maíz teñido, de azul en uno y de rojo en otro. A una de las variedades de maíz le añadieron un sabor desagradable: a la azul en dos grupos y a la roja en los otros dos, de modo que, al cabo de varias semanas, cada grupo aprendió a preferir la variante que no sabía a rayos (es decir, la azul en dos grupos y la roja en los otros dos). En la segunda etapa, los investigadores esperaron a que maduraran las crías recién nacidas, que nunca habían probado maíz ni azul ni rojo y por lo tanto no tenían prejuicios, y luego volvieron a poner los dos recipientes de maíz teñido, pero ahora sin sabor desagradable de modo que ambas variedades eran igual de sabrosas.
El objetivo era ver si las crías aprendían a comer el maíz favorecido por el grupo imitando a sus madres pese a que el otro maíz era igual de sabroso. También querían probar si los adultos de otros grupos que se incorporaban a un grupo nuevo adoptaban las costumbres locales pese a su conocimiento y preferencia previa. El resultado, en resumen, es que sí y que sí, pero con dos sutilezas interesantes. Los monos vervet, como muchas especies de primate, tienen jerarquías sociales. En un grupo dado los únicos monos que probaban el maíz que no estaba de moda eran los que estaban más abajo en el escalafón, y esto se debía, básicamente, a que los aristócratas no les dejaban ni pizca del maíz favorecido. Entre los inmigrantes, en cambio, los únicos que llegaron a probar el maíz alternativo fueron los dominantes.
Dicen los autores: "Nuestros resultados muestran que el aprendizaje social es muy fuerte tanto en las crías del grupo como en los adultos inmigrantes". Éstos "subyugan su conocimiento anterior a las costumbres que observan en la mayoría en la nueva comunidad".
Imitar puede ser una forma estratégica de comportarse: cuando uno no sabe cómo comportarse en un entorno desconocido --qué comer, en quién confiar, qué peligros temer--, lo más expedito es hacer lo que vieres: aprovechar el conocimiento de los expertos locales imitándolos.
En vista de esta fuerte tendencia a aprender por imitación --probadísima en humanos y, en este estudio, en monos vervet--, los autores concluyen que "establecer comportamientos novedosos puede ser un proceso frágil". El objetivo que proponen para futuras investigaciones es entender por qué ciertas novedades no prosperan mientras que otras cunden y se establecen como nuevas tradiciones.
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