Oficialmente, cuando me preguntan y hasta cuando razono conmigo mismo, digo que detesto dar clases: me mata la cita inexorable a las 7:30 de la mañana, no puedo con ciertos requisitos absurdos que le exige la UNAM al sufrido profesor de bachillerato (como llenar cada año una lista que dice exactamente qué vas a enseñar cada día del año escolar y con qué materiales; y no puedes usar la del año pasado, porque las fechas cambian), poner exámenes me angustia y calificarlos es como estar al pie del Himalaya y tener que llegar a la punta del Everest. Pero ya en el salón todo se transforma y disfruto mucho explicar los fundamentos de la física y el funcionamiento de la ciencia a personas con mentes inquisitivas, originales, absorbentes y sobre todo independientes. Más independientes de lo que quisieran algunos maestros...
La semana pasada les conté a mis alumnos de Área 2 sobre los experimentos de Skinner con las palomas supersticiosas de los que hablé aquí la semana pasada. "Ah, sí", me dijeron. "Nosotros estamos haciendo un experimento igual". Durante la breve pausa que hizo aquí el joven Coque, me imaginé que en laboratorio de biología estarían poniendo ratas en laberintos o hamsters en jaulas con juegos; en cualquier caso, que sería un experimento del programa escolar con algún tipo de bicho. Me equivoqué en lo del programa escolar (era un experimento que emprendieron por su propia cuenta), pero no me equivoqué en lo del bicho.
"¿Con qué animal están haciendo el experimento?", pregunté.
"Con Carmina".
Carmina (nombre falso para proteger a los inocentes) es una de sus maestras.
Cuando se me pasó el ataque de risa, les pedí detalles. El experimento consiste en poner mucha atención en clase (o fingir que se pone mucha atención en clase) cuando Carmina está del lado izquierdo del salón y desinteresarse y no hacerle caso cuando está del lado derecho, pero todo muy sutilmente. Al cabo de muchas sesiones los malditos chamacos esperan inducir en Carmina un cambio de comportamiento: pasar más tiempo del lado izquierdo del salón.
El experimento no es sólo una ocurrencia estudiantil. Lo tienen tan bien planeado, que hasta han previsto un periodo de observación de control, durante el cual medirán estadísticamente cuánto tiempo pasa la maestra de cada lado del aula. Una vez establecido el patrón de comportamiento espontáneo del bicho experimental, aplicarán el tratamiento durante un número suficiente de sesiones y luego volverán a medir la proporción del tiempo de clase con que la pobre maestra favorece al lado izquierdo del salón.
Me asombró el cuidado que pusieron en diseñar el protocolo experimental. ¿Por qué no son así cuando se trata de un experimento del programa de estudios? La explicación, por supuesto, está en la motivación. Este experimento, a diferencia de muchos de los que vienen enlatados y listos para consumirse, sí les interesa. Y tiene otra ventaja sobre los experimentos de escuelita: que no se sabe qué va a resultar. En esto se parece mucho más a la ciencia de verdad y por eso yo creo que los apasiona, al grado de que los impulsa a ponerle un cuidado especial, como verdaderos científicos. El papel de la educación escolarizada debería ser prepararlos para la vida profesional, y en el caso de mi materia en particular, mostrarles cómo se hace de veras la ciencia. El experimento que espontáneamente emprendieron va a ser mucho más didáctico que los que tradicionalmente se hacen en los laboratorios de ciencia de las escuelas, que se hacen con la descaminada idea de "comprobar" lo que dice en clase el maestro de teoría, en vez de ser para explorar una parte del universo e interpretar lo que se observa.
Les pedí que no dejaran de informarme de los resultados mientras me decía, muy ufano: "¡qué niños tan listos!" Sí, muy listos. Tanto, que ya me está dando frío: tengo que hacer un esfuerzo de memoria para acordarme si cuando me contaron todo esto con tanta confianza, candidez e interés estaba yo del lado derecho o del lado izquierdo del salón.
Petición necesarísima: si eres de mi escuela, ¡chitón! No le cuentes a nadie de este experimento. Es parte del protocolo que el sujeto no sepa que es sujeto. No lo digas aunque puedas ser tú el bicho experimental. Es por el bien de la ciencia.
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9 comentarios:
¡Qué brutos, qué bárbaros, qué bestias! ¡Qué maravillosos muchachos! Estoy conmovido hasta los tuétanos... ¿De dónde saca la Verde alumnos tan decaradamente brillantes? ¿Los forma, los selecciona, o le llegan por puritito azar?
Qué grandiosa combinación de curiosidad, disciplina, e irreverencia. Los admiro sin restricciones.
Solo espero que tu entrada no les eche a perder el divertidísimo experimento... Aunque, ahora que lo escribo, creo que tampoco les vendría mal una charlita acerca del consentimiento informado y el uso de sujetos humanos en protocolos de investigación.
Pero eso puede venir después... Lo insustituible es lo que están mostrando ahora.
Chapeau! (ojalá se escriba así...)
Jajajaja... ¿un dia nos dices, si fuiste tu Carmina?
"cria cuervos y te sacaran los ojos" ah que sabia es la sabiduria popular.
¡buen articulo, estimado Sergio! digno de viernes.
Gracias Ciencia por hacernos la vida tan divertida.
Gracias Sergio, por el comentario tan divertido cientificamente por comprobar.
Es muy cierto eso de que saber qué va a ocurrir le quita lo divertido y lo interesante a la investigación... y a muchas cosas en general.
Ojalá no les hayas arruinado su experimento!
"...Al cabo de muchas sesiones los malditos chamacos esperan inducir en Carmina un cambio de comportamiento..."
¡malditos CHAMUCOS, no chamacos! jajaja, ah que risa, y conste que releí este comentario. ¡cuida tus amistades, Sergio!
Excelente, una vez hice algo parecido en primaria para poder escribir y mascar chicle sin que me interrumpiera la maestra por no poner atención.
Excelente artículo, me emociona que existan maestros capaces de alegrarse por la irreverencia y astucia de sus alumnos... Le agradezco por esta entrada, ha sido sumamente exquisita!!
Genial!!! Alabo a los estudiantes por lo maravilloso de su experimento en el comportamiento humano así como lo "desgraciados" por usar a uno de sus profesores como sujetos experimentales #envidiaaparte.
Eso va directo a publicación internacional si logran demostrarlo con otros 3 profesores y hacerle análisis estadísticos. Sería exquisito leer los resultados de la modificación del comportamiento y más saber que los autores son menores de edad.
Como Docente debemos de usar diferentes técnicas que el alumno aplique para desarrollar su creatividad y lograr un aprendizaje significativo y así preparararlo para la vida laboral no olvidando lo profesional.
El lenguaje y la interpretación de este artículo fue acorde, entendible e interesante reflexión para los maestros tradicionales, quienes deben usar diferentes medios para lograr un producto (APRENIZAJE).
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