Hace muchos años fui al cine a ver El festín de Babette, película basada en el cuento de Isak Dinesen del mismo título. Babette es la magistral chef de un célebre restaurant parisino que se ve obligada a huir de Francia, acusada de agitadora. Se refugia en un rústico caserío nórdico, donde dos ancianas hermanas le dan empleo de sirivienta y le enseñan a preparar una tosca “sopa de pan” para los pobres del pueblo. Babette la prepara obedientemente, pero le añade a escondidas su toque personal, por lo cual se gana el aprecio de la comunidad.
Película y cuento terminan cuando, al cabo de los años, Babette les revela su identidad a sus protectoras. “Yo soy una artista, señoras”, dice la pretendida sirvienta irguiéndose para mostrar todo su porte. Sus interlocutoras se quedan mudas de asombro, como si una gallina desplegara ante sus ojos la más vistosa cola de pavorreal. Luego Babette les confiesa por qué decidió gastarse sus ahorros de toda la vida en preparar un banquete para sus amas y los otros miembros de la congregación religiosa de éstas. Lo peor que le puede ocurrir a un artista, dice Babette, es recibir loas por una obra hecha a medias, por un trabajo mediocre que no requiere el pleno de las facultades de su autor.
El mes pasado leí en un periódico una nota que pretendía ser un elogio de Albert Einstein. Para demostrar lo listo que había sido Einstein, el autor de la nota recogía frases atribuidas a éste. Buena idea. Lo malo es que su antología dejaba la impresión de que Einstein fue comediante de televisión. Por ejemplo: “Cuando estás sentado en una estufa caliente, cinco minutos te parecen eternos. En cambio cuando estás con una muchacha guapa, cinco minutos no son nada. Eso es la relatividad”. No tiene nada de malo ser comediante de televisión. De hecho, Einstein se reía mucho y podía ser un payaso si la ocasión lo ameritaba. Pero la intención declarada del articulista era dar una idea de la estatura intelectual de Einstein. No lo consiguió. Nos dio a probar la sopa de pan en vez de invitarnos al festín de Babette.
Además dudo mucho que la frase citada sea de Einstein. Al personaje le fastidiaba de lo lindo que lo malinterpretaran, cosa que ocurría todo el tiempo. Si oía a alguien explicar que la teoría de la relatividad dice que “todo es relativo”, se le ponían de punta los ya de suyo alborotados pelos. La tonta frasecita reduce una de las mejores ideas que tuvo Einstein en su vida a la observación trivial de que cada cual tiene su punto de vista, o que la sensación de transcurso del tiempo tiene mucho de subjetiva. Eso nos lo podría haber dicho nuestra abuelita. No hacía falta Einstein.
Por suerte para todos, la relatividad es más interesante. Einstein la expuso hace poco más de 100 años para consumar el matrimonio de las dos grandes teorías de la física clásica, que no se llevaban bien. El casamiento tuvo consecuencias asombrosas. Una de las más notables es que el tiempo transcurre más despacio cuando uno se mueve. Otra es que ya no se puede considerar al espacio divorciado del tiempo. Vivimos en un espacio-tiempo de cuatro dimensiones, lo cual implica, al parecer, que el tiempo no es un eterno fluir. Así lo percibimos, pero en los hechos está totalmente desplegado en una realidad inaccesible a los sentidos. El tiempo no pasa; el tiempo simplemente es.
La autora de El festín de Babette lo entendía bien. Isak Dinesen es el seudónimo de la baronesa Karen Blixen, escritora danesa que vivió mucho tiempo alejada de su familia en una plantación de café en Kenia. Su hermano Thomas tenía inclinaciones científicas. Se interesaba especialmente en las teorías de Einstein, que por aquella época causaban furor. En una carta fechada en septiembre de 1922, la baronesa le escribe a su madre: “Es extraño cómo se acostumbra uno aquí a vivir de los recuerdos, o pensando en cosas que están lejos, a tal grado que uno pierde el sentido de la separación, no sólo en el espacio, sino en el tiempo” Sigue la cita:
No puedo explicarlo bien, pero ya no noto la diferencia entre el pasado y el presente. Según Thomas, Einstein dice lo mismo: que iguales leyes gobiernan el tiempo y el espacio; es cierto que tenemos conciencia de estar en un sitio en particular, pero es sólo un prejuicio suponer que los otros sitios en el espacio y en el tiempo no existen del mismo modo exactamente [...] Si algún día vuelvo a casa, el antiguo camino que atravesaba la arboleda, por ejemplo, sería para mí tan real como [el nuevo]. Y del mismo modo te imagino muchas veces como nuestra jovencísima madre, tal cual te recuerdo, con un vestido de algodón decorado con listas azules y blancas.
No es así como lo expondría una revista científica, pero no está nada mal. La obra maestra de Karen Blixen es Memorias de África, libro escrito años después de volver la autora a Dinamarca para siempre. En esa obra la baronesa pone en práctica su concepto relativista del tiempo y narra como si lo que recuerda ocurriera continuamente en una eternidad que está a la vuelta de la esquina. ¿Qué mejor elogio para Einstein que nombrarlo en sus cartas Karen Blixen?
A veces es mejor una payasada que una idea interesante. Hay momentos para la comedia televisiva y momentos para Ingmar Bergman. Tal vez incluso se pueda preferir momentáneamente la tosca sopa de pan. Pero también puede ser que las ideas profundas no sean para todo el mundo. Quizá al autor de aquella nota sobre Einstein le sucedió lo que a la señora que estaba sentada delante de mí en la función de cine de El festín de Babette. Abrumada por tanta profundidad, al encenderse las luces la mujer se levantó y en dos palabras resumió la opinión que le había merecido la película:
--Demasiada filosofía.
Dicho lo cual recogió sus cosas y se fue.
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7 comentarios:
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Sergei mantennos actualizados sobre tu situación en Imagen y si es necesario irnos a huelga.
Muy buena la nota. Nos da lugar a pensar que algunas veces, una teoría que luego la ciencia desarrolla con el fin de demostrar si es cierta, puede comenzar en la mesa de una señora mientras cocina o en la siesta de un jovencito abajo de un árbol. Te invito a ver mi BLog, aunque recién empiezo. En el trataré de demostrar como la ciencia y la espiritualidad, en algún momento se darán la mano, si no es que ya está ocurriendo a través de las nuevas leyes de la física cuántica. Gracias por tu nota.
No maaaaaaaaa......Mi estimado dandito andas en la frecuencia equivocada carnal. Aqui fresco!!!..Se ve que solo has leído esta columna en el sentido más vago, superficial y de rapidín, ora si que como quien dice solo viste lo que quisisite. Es totalmente el polo opuesto a tus ideas. Pero como los hombres de ciencia somos abiertos, racionales, metodicos, incomodos e inmorales, te di el beneficio de la duda hasta leer algo de tu blog y por eso te hago este comentario. Como puedo ver a ti te encanto " Y tú que &%$& sabes?", lee este blog el 15 de marzo y verás de la cienca que aquí se escribe.
ATTE.
Un chico de biomedicina UNAM.
Hola chicos,
Respecto a la situación en Imagen: me dicen que sigue contemplada mi participación ya pronto (pero no me dicen cuándo).
Dandito: gracias por tus palabras. Lo cierto es que la ciencia ya tiene mucho de espiritual sin por ello tener nada de religioso. Voy a buscar un artículo que escribí sobre la espiritualidad de Einstein, a ver si les gusta. Por otro lado, la espiritualidad a la "Y tú qué sabes" no me parece que vaya a conducir a ningún lado
Que tal Sergio, ahora que si nos abandonaste, ojala puedas escribir otro artículo pronto.
Muchos saludos y esperemos que lo de imagen se resuelva pronto.
Fernando
Querida gente:
Los tenía abandonados porque estuve de viaje, pero ya volví. Tengo una buena noticia: en Imagen ya me propusieron volver y estaré de nuevo con ustedes en las ondas imagenianas los martes y los jueves, a la hora de siempre, a partir del 5 de agosto. ¡Nos oímos!
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