domingo, 8 de marzo de 2015

El cocido solar de Monsieur Mouchot

Un día de verano de 1859 Augustin Bernard Mouchot, profesor de física en Tours, Francia, se hizo un cocido de carne de res con verduras.
       –¿Y para decirnos semejante tontería vas a ocupar una entrada de blog y hacernos perder el tiempo? –me reclama un lector impaciente que acaba de leer asuntos muy serios en otras páginas web.
       En respuesta añado que el cocido de monsieur Mouchot sabía a rayos. Esta precisión no basta para apaciguar al lector impaciente, que se esfuma con un bufido. (Bueno, ¿qué quieren ustedes: pertinencia u originalidad?)
       Iba yo a añadir que Mouchot preparó su cocido en una marmita solar de su propia invención. Lástima que los impacientes ya se fueron. La marmita consistía en un cilindro de vidrio con otro de metal pintado de negro en el interior. Junto al aparato había una placa semicilíndrica chapada en plata que concentraba la luz del sol en el recipiente negro. En su libro sobre aplicaciones industriales del calor del sol Mouchot escribe: “Siendo bastante cómoda la forma de esta nueva caldera, me serví de ella para varios ensayos.
       “Por ejemplo, pude hacer al Sol un excelente cocido, compuesto de un kilogramo de carne de res y diferentes legumbres y verduras. A las cuatro horas de insolación, todo quedó perfectamente cocido, no obstante haber pasado algunas nubes por delante del Sol; y el caldo fue tanto mejor cuanto que la marmita se había calentado con gran regularidad”.
       –¿No que el cocido sabía a rayos? –dice el lector impaciente, que ha vuelto luego de hartarse de temas importantes como el vergonzoso escenario político nacional.
       Sí. Con su marmita solar el profesor Mouchot obtenía un asado cuyo grado de cocción no dejaba nada que desear, como señala Amadeo Guillemin en su libro El mundo físico (1884), de donde tomé prestada la anécdota. Desafortunadamente, añade Guillemin, “el gusto de la carne así cocida era detestable, lo cual Mouchot atribuye a la acción de los rayos químicos. Poniendo un vidrio amarillo o encarnado delante del asador, se eliminan estos rayos”. Guillemin no nos informa cómo quedaba el cocido luego de interponer el filtro que propone, pero aquí mi curiosidad por los ensayos helioculinarios de Mouchot cede el paso, momentáneamente, a otra más apremiante: ¿”rayos químicos”? (Con razón sabía a “rayos” el cocido.)
       No tardo en avergiguar que en el siglo XIX los físicos observaron que la luz del sol se podía separar por medio de filtros o prismas en tres componentes. Una parte de la luz solar calentaba pero no daba luz. Otra daba luz, calentando menos. Una tercera componente producía cambios químicos en ciertas sustancias (como las sales de plata que se usaron en las primeras fotografías). Llamaron a estos tres ingredientes rayos caloríficos, rayos luminosos y rayos químicos, o actínicos. Hoy sabemos que los tres tipos de rayos son una sola cosa: ondas electromagnéticas que difieren sólo en la frecuencia de vibración. Los llamamos rayos infrarrojos, luz visible y rayos ultravioletas. También sabemos que la luz del sol tiene muchos ingredientes más. Con el filtro amarillo o encarnado Guillemin eliminaba los rayos ultravioletas (aunque sospecho que los eliminaba el vidrio, no el color...)
       La ignorancia es una cosa tremenda. La mía me lleva de asombro en asombro. ¿Sabían ustedes que ya en el siglo antepasado se pensaba en aprovechar la energía solar? Yo no. Mouchot incluso presentó sus inventos en la exposición universal de 1878, donde obtuvo algún premio. Pero ahí no para la cosa. Yo sabía, por ejemplo, que el matemático e inventor griego Arquímedes había usado (o por lo menos propuesto usar) espejos concentradores de la luz solar para defender su ciudad contra el asedio de sus enemigos. Lo que no sabía era que desde tiempos de Arquímedes se habían hecho ensayos tanto con espejos (“espejos ardientes”, el nombre es encantador) como con bolas de cristal que se usaban a manera de lentes, de modo que monsieur Mouchot ni siquiera resulta original. Lo moderno a veces es muy antiguo.

       En el Museo de la Luz de la UNAM hay unos hornos solares que ahora aprecio más. Cuando el clima lo permite, el museo hace una presentación y unas salchichas asadas. A diferencia del cocido solar del profesor Mouchot, las salchichas solares del Museo de la Luz salen riquísimas.

7 comentarios:

El Editor dijo...

Hola, muy interesante artículo. Mouchot tal vez haya sido afortunado si su práctica culinaria fue durante fines de agosto. Resulta que en esos días ocurrió la tormenta solar más fuerte de la que se tiene registro. Tanto que se quemaron todos los artefactos eléctricos de la época (afortunadamente eran pocos en ese entonces). Seguramente si el estofado de Mouchot fue durante el 1 ó el 2 de Setiembre la cocción debió ser muy rápida o se le pudo quemar su carne.
CARLOS Q.

Khan Grenna dijo...

Interesante entrada. Pura energía. Os recomiendo un blog sobre cocina con energía solar. Con recetas magníficas y en las que la acción de esos maliciosos rayos químicos no hacen que el gusto final sepa a "rayos".
http://soletsolar.blogspot.com.es/

@Brushmaster dijo...

Hablando de cocimientos cósmicos, a los que hablan inglés les dejo este interesante enigma sobre fenómenos celestes coincidentes con fechas próximas...

http://www.prophecynewswatch.com/2015/March09/091.html

Sergio de Régules dijo...

Gracias a todos. Consultaré la cocina solar y el fenómeno cósmico enigmático.

Fernando Inés Carmona dijo...

Interesante método de inducirnos a un tema, sobre todo porque desde el primer párrafo atrapa la atención; el uso de la analogía es un técnica muy audaz.

Unknown dijo...

Es interesante cómo abordar tema con una experiencia de la historia, y como mucha gente quiere conocer desde el inicio lo importante del asunto, "sin rodeos como se dice" y sobre todo como lo moderno se basa en lo antiguo.

Mily Iveth Ascencio Romero dijo...

Hola que tal buenos días, la verdad me pareció muy interesante, ya que como en toda investigación o proceso de investigación es muy productivo conocer las raíces, ya que con ello nos damos cuenta del alcance que tiene y hasta donde podemos llegar, así como lo que podemos aportar o crear a partir de bases como las de Isaac Newton, que al menos para mi es uno de los más grandes aportes a la humanidad