Un día de verano de 1859 Augustin Bernard Mouchot, profesor de física en Tours, Francia, se hizo un
cocido de carne de res con verduras.
–¿Y para decirnos semejante tontería vas a ocupar una entrada de blog y hacernos perder el tiempo? –me reclama un lector impaciente
que acaba de leer asuntos muy serios en otras páginas web.
En respuesta añado que el cocido de monsieur Mouchot sabía a rayos. Esta precisión no basta para
apaciguar al lector impaciente, que se esfuma con un bufido. (Bueno, ¿qué quieren
ustedes: pertinencia u originalidad?)
Iba yo a añadir que Mouchot preparó su cocido en una marmita
solar de su propia invención. Lástima que los impacientes ya se fueron. La
marmita consistía en un cilindro de vidrio con otro de metal pintado de negro
en el interior. Junto al aparato había una placa semicilíndrica chapada en
plata que concentraba la luz del sol en el recipiente negro. En su libro sobre
aplicaciones industriales del calor del sol Mouchot escribe: “Siendo bastante
cómoda la forma de esta nueva caldera, me serví de ella para varios ensayos.
“Por ejemplo, pude hacer al Sol un excelente cocido, compuesto
de un kilogramo de carne de res y diferentes legumbres y verduras. A las
cuatro horas de insolación, todo quedó perfectamente cocido, no obstante haber
pasado algunas nubes por delante del Sol; y el caldo fue tanto mejor cuanto que
la marmita se había calentado con gran regularidad”.
–¿No que el cocido sabía a rayos? –dice el lector impaciente,
que ha vuelto luego de hartarse de temas importantes como el vergonzoso
escenario político nacional.
Sí. Con su marmita solar el profesor Mouchot obtenía un asado
cuyo grado de cocción no dejaba nada
que desear, como señala Amadeo Guillemin en su libro El mundo físico (1884), de donde tomé prestada la anécdota.
Desafortunadamente, añade Guillemin, “el gusto de la carne así cocida era
detestable, lo cual Mouchot atribuye a la acción de los rayos químicos.
Poniendo un vidrio amarillo o encarnado delante del asador, se eliminan estos
rayos”. Guillemin no nos informa cómo quedaba el cocido luego de interponer el
filtro que propone, pero aquí mi curiosidad por los ensayos helioculinarios de
Mouchot cede el paso, momentáneamente, a otra más apremiante: ¿”rayos
químicos”? (Con razón sabía a “rayos” el cocido.)
No tardo en avergiguar que en el siglo XIX los físicos
observaron que la luz del sol se podía separar por medio de filtros o prismas en tres componentes. Una parte de la luz solar calentaba pero no daba luz.
Otra daba luz, calentando menos. Una tercera componente producía cambios
químicos en ciertas sustancias (como las sales de plata que se usaron en las
primeras fotografías). Llamaron a estos tres ingredientes rayos caloríficos,
rayos luminosos y rayos químicos, o actínicos. Hoy sabemos que los tres tipos
de rayos son una sola cosa: ondas electromagnéticas que difieren sólo en la
frecuencia de vibración. Los llamamos rayos infrarrojos, luz visible y rayos
ultravioletas. También sabemos que la luz del sol tiene muchos ingredientes
más. Con el filtro amarillo o encarnado Guillemin eliminaba los rayos
ultravioletas (aunque sospecho que los eliminaba el vidrio, no el color...)
La ignorancia es una cosa tremenda. La mía me lleva de asombro
en asombro. ¿Sabían ustedes que ya en el siglo antepasado se pensaba en
aprovechar la energía solar? Yo no. Mouchot incluso presentó sus inventos en la
exposición universal de 1878, donde obtuvo algún premio. Pero ahí no para la
cosa. Yo sabía, por ejemplo, que el matemático e inventor griego Arquímedes
había usado (o por lo menos propuesto usar) espejos concentradores de la luz
solar para defender su ciudad contra el asedio de sus enemigos. Lo que no sabía
era que desde tiempos de Arquímedes se habían hecho ensayos tanto con espejos
(“espejos ardientes”, el nombre es encantador) como con bolas de cristal que se
usaban a manera de lentes, de modo que monsieur
Mouchot ni siquiera resulta original. Lo moderno a veces es muy antiguo.
En el Museo de la Luz de la UNAM hay unos hornos solares que ahora aprecio más.
Cuando el clima lo permite, el museo hace una presentación y unas salchichas
asadas. A diferencia del cocido solar del profesor Mouchot, las salchichas
solares del Museo de la Luz salen riquísimas.
7 comentarios:
Hola, muy interesante artículo. Mouchot tal vez haya sido afortunado si su práctica culinaria fue durante fines de agosto. Resulta que en esos días ocurrió la tormenta solar más fuerte de la que se tiene registro. Tanto que se quemaron todos los artefactos eléctricos de la época (afortunadamente eran pocos en ese entonces). Seguramente si el estofado de Mouchot fue durante el 1 ó el 2 de Setiembre la cocción debió ser muy rápida o se le pudo quemar su carne.
CARLOS Q.
Interesante entrada. Pura energía. Os recomiendo un blog sobre cocina con energía solar. Con recetas magníficas y en las que la acción de esos maliciosos rayos químicos no hacen que el gusto final sepa a "rayos".
http://soletsolar.blogspot.com.es/
Hablando de cocimientos cósmicos, a los que hablan inglés les dejo este interesante enigma sobre fenómenos celestes coincidentes con fechas próximas...
http://www.prophecynewswatch.com/2015/March09/091.html
Gracias a todos. Consultaré la cocina solar y el fenómeno cósmico enigmático.
Interesante método de inducirnos a un tema, sobre todo porque desde el primer párrafo atrapa la atención; el uso de la analogía es un técnica muy audaz.
Es interesante cómo abordar tema con una experiencia de la historia, y como mucha gente quiere conocer desde el inicio lo importante del asunto, "sin rodeos como se dice" y sobre todo como lo moderno se basa en lo antiguo.
Hola que tal buenos días, la verdad me pareció muy interesante, ya que como en toda investigación o proceso de investigación es muy productivo conocer las raíces, ya que con ello nos damos cuenta del alcance que tiene y hasta donde podemos llegar, así como lo que podemos aportar o crear a partir de bases como las de Isaac Newton, que al menos para mi es uno de los más grandes aportes a la humanidad
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