Si van a la iglesia medieval de San Burchard, en Halberstadt, Alemania, oirán una especie de zumbido constante, como si alguien tuviera prendido un ventilador muy ruidoso o como si la pequeña ciudad estuviera asediada por un enjambre de abejas de dos metros. Si regresan meses después, el sonido puede haber cambiado al de un claxon que suena sin cesar (como sucede a veces, cuando a un vecino se le queda pegada la alarma del coche). Pero no es nada de esto, sino música; y concretamente, la pieza musical más lenta jamás concebida. Lo que se oye es un acorde del órgano de la iglesia, construido especialmente para esta interpretación, el cual está provisto de un sistema de suministro constante de aire por fuelles motorizados y se toca colgando pesas de los mecanismos que activan las notas (no tiene teclas).
La pieza se titula Organ2/ASLSP (As Slow As Possible) y es del compositor estadounidense John Cage, conocido por excéntricos experimentos musicales como meter clavos y objetos de goma entre las cuerdas de un piano para cambiarle el sonido y componer una pieza consistente en 4 minutos 33 segundos de silencio. Organ2/ASLSP es de 1985, la partitura consta de ocho páginas y el compositor nunca específico a qué tempo había que tocarla, de modo que quien planee interpretarla puede escoger. Los organizadores de la interpretación de Halberstadt decidieron alargar el tempo de la pieza para durar ¡639 años!, lo que significa que cada acorde dura varios meses, y hasta años.
La pieza empezó con un silencio de 17 meses, el 5 de septiembre de 2001. Las primeras notas empezaron a sonar el 5 de febrero de 2003. O sea que, si ustedes hubieran visitado la iglesia entre esas dos fechas, no habrían oído nada, pero sería un no oír nada muy especial, porque en realidad era el silencio con que empieza Organ2/ASLSP (¡). Ese primer acorde duró hasta el 5 de julio de 2005. El acorde que está sonando en este momento se puede oír en la página web del proyecto (www.john-cage.halberstadt.de/).
El órgano sólo tiene el número de tubos que se van necesitando. No tiene caso malgastar dinero poniendo tubos que no se usarán hasta dentro de varios siglos. Los fondos del proyecto provienen de donaciones, y en particular, de la venta de años de la interpretación. Si uno quiere, puede comprar alguno de esos 639 años, aunque ya quedan pocos.
En una pieza musical normal, las notas y acordes se suceden en fracciones de segundo y forman cadenas que percibimos como melodías con armonía. Las podemos cantar y las podemos silbar. Se nos pueden quedar pegadas en el cerebro molestamente. Pero en una pieza como la interpretación de Halberstadt del Organ2/ASLSP de John Cage los cambios de sonido ocurren a intervalos comparativamente geológicos de meses y años, y además están ya calculados y planeados con anticipación: los cambios que vienen en el futuro inmediato (inmediato en la escala de tiempo de esta pieza) ocurrirán el 5 de agosto de 2011, el 5 de julio de 2012, el 5 de octubre de 2013, y como el acorde que empieza ese día es largo, el siguiente cambio se producirá el 5 de septiembre de 2020 (cumpleaños número 108 de John Cage, quien murió en 1992). Al paso de los años, los cambios de sonido del órgano de San Burchard se han convertido en todo un acontecimiento musical. Hasta mil personas llegan a reunirse en la pequeña iglesia para oír cambiar el acorde. Mientras tanto los vecinos han tenido que acostumbrarse a la tenue sonoridad como de claxones lejanos que escapa constantemente de la iglesia. Aquí pueden oír un cambio que hubo en 2005.
La interpretación de Halberstadt, como otras que hay de la misma pieza, aunque más breves, se ciñe rigurosamente a las duraciones proporcionales de las notas de la partitura. Así, si una corchea dura 4 meses, una negra (equivalente a dos corcheas) durará 8 meses y una redonda, 16 meses. Otras interpretaciones han durado 14 horas y 24 horas, con el consecuente ajuste de las duraciones de las notas, que más que tocarse, se planean.
Pero John Cage no es el único compositor de piezas largas (aunque quizá sí de piezas que pueden durar siglos). En 1893 el compositor Erik Satie escribió unas líneas musicales que duran en total dos minutos, pero especificó en la partitura (con típico humor satierico) que había que tocarla 840 veces sin parar. En la época nadie se lo tomó en serio. Después de todo, Satie es bien conocido por poner en sus partituras indicaciones imposibles de seguir como “con gran maravilla” y “sobre la lengua”, que más bien tienen una intención jocosa y burlona. Con todo, no ha faltado quien siga la instrucción al pie de la letra y la pieza, que se titula Vejaciones, se ha interpretado varias veces, la primera en un concierto con un equipo de nueve pianistas que como corredores de relevos tocaron la pieza a lo largo de 18 horas (concierto organizado por John Cage, ni más ni menos).
Recientemente un grupo de investigadores de la psicología de la interpretación musical pusieron al pianista Armin Fuchs a tocar Vejaciones, pero conectado a unos electrodos para medir su actividad cerebral y con un piano arreglado electrónicamente para registrar la duración y la fuerza de cada nota. La interpretación duró poco más de 28 horas y con los datos los investigadores publicaron dos artículos académicos. En esos artículos explican cómo varió el estado de atención de Fuchs durante la interpretación y cómo se relaciona ese estado con la estabilidad del tempo y otros factores importantes de una interpretación musical. Durante el experimento el pianista pasó por un estado de atención intensa que duró 14 horas. A la quinceava hora, entró en una especie de trance durante el cual su tempo fue errático y cometió más errores. Estos resultados sirven para explorar cómo funcionan nuestros relojes cerebrales. Aquí se ve un video donde el equipo recibe al pianista como se recibe a los nadadores que se disponen a cruzar el Canal de la Mancha (hazaña que toma más o menos el mismo tiempo que tocar la pieza de Satie).
Para terminar, me imagino el lejano día del final de la interpretación de Halberstadt. ¿Cómo será? Caso 1: millones de espectadores reunidos por presencia holográfica, con comentaristas, críticos e intérpretes culturales y una ovación que se extiende por todos los hogares del Sistema Solar. Caso 2: el último descendiente de los organizadores iniciales, solo en la iglesia con una barba de tres días, olvidado de todos, que dice: “Bueno, esto se acabó”, detiene los fuelles del órgano y se va a tomar una cerveza a la taberna del pueblo.