A los 22 años, el joven e indolente Charles Robert Darwin se embarcó en el Beagle, navío de Su Majestad Británica, para recorrer el mundo acompañando a una expedición encargada de hacer mapas de Sudamérica y las islas del Pacífico. El padre de Charles hubiera querido que su hijo fuera médico, pero a la primera disección de cadáveres el joven tiró la toalla. Lo que le gustaba era coleccionar insectos, pasear por el campo, cazar. Papá Darwin se imaginó a su hijo como clérigo rural, posición respetable y que le permitiría ganarse el sustento más o menos bien. Con la expedicion del Beagle, a la que Charles se apuntó sin pensárselo dos veces, las ilusiones del padre se las llevó el viento. Es como cuando a los padres mexicanos el hijo les dice que no quiere ser futbolista. ¡Amarga decepción!
Durante el viaje, que duró cinco años, Charles durmió a la intemperie en Brasil, cazó y comió avestruces, cabalgó con los gauchos en Argentina, encontró fósiles marinos en lo alto de los Andes, descubrió fósiles de especies extintas en Sudamérica, exploró las islas del Pacífico...y cambió totalmente de opinión respecto al origen de toda esa diversidad de formas de vida que encontró en mares, montañas y selvas. Depositario de la creencia normal en su medio y su época --que las especies las creó Dios en unos cuantos días y hace no mucho tiempo--, Charles Darwin volvió de su viaje con una gigantesca base de datos que lo llevarían a concluir una cosa completamente distinta. Al volver a Inglaterra en 1836 Darwin traía 368 páginas de notas sobre zoología, 1,383 de geología, un diario de 770 páginas, 1,529 especies en alcohol y 3,097 ejemplares deshidratados, además de un par de tortugas vivas de las islas Galápagos. Las cartas que el joven había enviado a sus profesores durante el viaje circularon por Europa y a su regreso Charles descubrió que, con sus 27 años, ya era un científico célebre entre sus colegas.
Charles Darwin se casó, se fue a vivir a una mansión en el campo, tuvo 10 hijos y fue un padre ejemplar. Al mismo tiempo, fue digiriendo sus experiencias en el Beagle y organizando sus datos. Para 1838 ya había llegado a una interpretación de todo lo que vio, pero siguió madurando su hipótesis y sopesando las posibles objeciones a su idea.
La cual, por cierto, NO es la evolución. Darwin no la inventó. Desde el siglo XVIII había quien pensaba que las especies de hoy provenían de especies de ayer que eran distintas a ellas. No había otra forma razonable de explicar todos esos fósiles de animales que claramente ya no existían. El abuelo de Charles, Erasmus Darwin, tenía su propia teoría de la evolución, como también la tenía Jean-Baptiste de Lamarck. En la teoría de Lamarck, por ejemplo, las jirafas habían adquirido su largo cuello a fuerza de estirarlo para alcanzar las hojas más altas de los árboles. Los individuos que conseguían alargarse el cuello les heredaban esta característica a sus descendientes, los cuales podían estirar el cuello todavía más, y así... En resumen, teorías de la evolución no faltaban cuando nació Charles Darwin, hace exactamente 200 años.
No: la idea revolucionaria de Darwin no es que las especies cambian, sino el mecanismo mediante el cual cambian: la selección natural. Darwin tardó más de 20 años en preparar, resumir, volver a redactar su obra más importante. En El origen de las especies Darwin reúne todos los datos que recogió durante su travesía, pero también después, consultando con criadores de perros, palomas y ganado, así como con expertos y aficionados a la historia natural de todo el mundo. La selección natural está en todas partes. Si usted ha comprado un antibiótico de nueva generación, debe saber que los de la vieja generación dejaron de funcionar. ¿Por qué? Porque, al introducirse éstos en el ambiente de las bacterias patógenas, acaban con la mayoría, pero algunas sobreviven por ser más resistentes. Ésas se reproducen y así se va formando una población cada vez más grande de bacterias resistentes al antibiótico. Ha surgido una nueva especie. Lo mismo pasa con los antisépticos que se emplean en los hospitales. El antiséptico actúa como filtro que mata muchas bacterias, pero deja vivas a unas cuantas, las más resistentes. Éstas se reproducen. El antiséptico vuelve a filtrar, las bacterias vuelven a reproducirse. Al cabo del tiempo obtenemos una población de súper bacteriosaurios que no hay manera de eliminar. Por eso no dejan entrar a los niños en los hospitales.
He aquí un buen resumen de la revolucionaria idea de Darwin:
El propio Darwin resumió su idea así en la introducción de El origen de las especies:
"Puesto que, de cada especie, nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir; y puesto que, en consecuencia, se produce una pugna por la existencia, se sigue que si un individuo tiene variaciones que le confieran alguna ventaja, por ligera que ésta sea, tendrá más probabilidades de sobrevivir, y así ser seleccionado naturalmente. Por el fuerte principio de la herencia, toda variedad seleccionada tenderá a propagar su nueva forma" (Darwin, The Origin of Species, Penguin Books, Nueva York, 1958).
Darwin era una persona muy minuciosa. Cuando por fin publicó El origen de las especies, hace exactamente 150 años, el libro llevaba varios escudos antimisil retóricos. Charles Darwin había previsto muchísimas objeciones. He aquí lo que escribe acerca del éxito que tuvo El origen cuando se publicó:
"Creo que el éxito de El origen puede atribuirse en gran parte a que mucho antes yo hubiera escrito dos esquemas condensados, y a que finalmente resumiera un manuscrito mucho más grueso, que ya era a su vez un resumen. De esta forma pude seleccionar los datos y conclusiones más notables. Durante muchos años he seguido también una regla de oro, a saber, que siempre que me topaba con un dato publicado, una nueva observación o idea que fuera opuesta a mis resultados generales, la anotaba sin falta y en seguida, pues me había dado cuenta por experiencia de que tales datos e ideas eran más propensos a escapárseme rápidamente de la memoria que los favorables. Debido a esta costumbre se hicieron muy pocas objeciones contra mis puntos de vista que yo no hubiera al menos advertido e intentado responder". (Charles Darwin, Autobiografía, Alianza Editorial, Madrid, 1993).
Así, por ejemplo, este argumento que me encuentro en el capítulo VI de El origen. En la teoría de la evolución por selección natural es fundamental que las características de las especies (por ejemplo, el color de las flores, las alas de las mariposas...) sean útiles para el individuo que las posee (o que les hayan sido útiles a sus antepasados). Pero muchos naturalistas de la época le objetaron a Darwin que, al contrario, muchas características, como el color de las flores, no tenían otra utilidad que parcernos hermosas a las personas. Dicho de otro modo, si las flores eran hermosas, era porque Dios así las había creado para nuestro solaz. Darwin responde:
"El sentido de la belleza depende, evidentemente, de la naturaleza de la mente, sin que intervengan en nada las cualidades reales del objeto de nuestra admiración; y la idea de lo bello no es ni innata ni inalterable. Lo vemos, por ejemplo, en los hombres de razas distintas, que tienen normas de belleza muy distintas para sus mujeres. Si los objetos bellos hubieran sido creados únicamente para deleite del hombre, habría que demostrar que antes de la aparición del hombre había menos belleza sobre la faz de la Tierra que después. ¿Se crearon las hermosas conchas cónicas del Eoceno, o las delicadas formas de las amonitas del periodo Secundario, para que, millones de años después, el hombre las admirara en su despacho? Pocas cosas hay más hermosas que las diminutas conchas de las diatomeas; ¿se crearon éstas para examinarse y admirarse al microscopio? La belleza en este último caso, y en muchos otros, se debe, al parecer, a la simetría del crecimiento".
¿Y las flores? Los colores son para atraer a los insectos polinizadores, no a nosotros. ¿Cómo lo sabe Darwin? Porque no conoce ni un solo caso que contradiga esta observación: que las flores polinizadas por insectos tienen corolas de colores atractivos, en cambio las flores polinizadas por el aire no. Lo mismo con los frutos: los tienen las plantas que utilizan a los animales para difundir sus semillas. El fruto sirve para convencer, por así decirlo, al animal a comérselos y así diseminar las pepitas que llevan dentro. En otras palabras, los frutos son pura retórica vegetal.
En su autobiografía, que Darwin escribió para beneficio únicamente de sus hijos, el autor de El origen de las especies pone una nota de lo más sabrosa, si se toma en cuenta que aún hay gente que encuentra polémicas sus ideas (además de que deja una idea muy clara de la decencia y nobleza de espíritu del personaje):
Mis opiniones han sido a menudo groseramente tergiversadas, amargamente combatidas y ridiculizadas, pero creo que por lo general esto se ha hecho de buena fe. No me cabe duda de que, en conjunto, mis obras han sido una y otra vez sobrevaloradas. Me alegro de haber evitado las controversias, y eso lo debo a Lyell (Charles Lyell, su maestro de geología), que hace muchos años, y en relación con mis obras geológicas, me aconsejó firmemente que no me enredara en polémicas, pues raramente se conseguía nada bueno y ocasionaban una triste pérdida de tiempo y de paciencia".
Y un poco más adelante, en el mismo libro:
"Recuerdo cuando, estando en la Bahía del Buen Suceso, en la Tierra del Fuego, pensé (y creo que escribí a casa en ese sentido) que no podría dar a mi vida mejor utilidad que la de añadir algo a la ciencia natural".
Pues misión cumplida, Darwin. Feliz cumpleaños a ti y a la selección natural.
Lo que sigue es mi presentación para el 8vo aniversario de la revista ¿Cómo ves?, en diciembre de 2006, cuando acabábamos de publicar un número especial sobre la evolución:
La evolución según Los Simpson:
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3 comentarios:
Mi querido Bohr:
Me permito compartir contigo y tus numerosos lectores lo que, en mi opinión, bien podría ser un sabroso cuento corto, de no ser porque se trata del primer párrafo del artículo publicado por Matt Ridley (el de Genoma y ¿Qué nos hace humanos?) en la edición en español de National Geographic, en febrero de este Darwiniano 2009:
Justo dos semanas antes de su muerte, Charles Darwin escribió un breve ensayo sobre una almeja córnea que se encontró adherida a la pata de un escarabajo de agua en un estanque de la parte central de Inglaterra. Fue su última publicación. El hombre que le mandó el escarabajo era un joven zapatero y naturalista amateur de nombre Walter Drawbridge Crick. Con el tiempo, el zapatero se casó y tuvo un hijo llamado Harry, quien a su vez tuvo un hijo con el nombre de Francis. En 1953, Francis Crick, junto con un joven estadounidense llamado James Watson, haría un descubrimiento que conduciría de manera inexorable a la triunfal reivindicación de casi todo lo que Darwin dedujo acerca de la evolución.
Lindo cuento, me parece. Pero además refuerza la idea (sin demostrarla) de que hay ciertas cosas, muchas, que más que aprender, heredamos.
¿Así que el iconoclasta Crick tuvo un largo pedigrí como naturalista? Vaya, pues. ¿Alguien se siente sorprendido? Lo dudo.
W. Heisenberg
Sergio:
Hay mucho de admirable en Carlos Darwin. Creo que la mayoria de la gente lo hará por su inteligencia, pero para mi es crucial tambien ese aspecto mas a la sombra, pero muy necesario en cualquier cientifico: una invencible paciencia para la recoleccion de datos, una ferrea disciplina para sistematizarlos, analizarlos, armonizarlos en un conjunto funcional, y que finalmente arrojen lo que se busca de estos ingredientes... UNA EXPLICACION.
Cientos podrán haber visto lo mismo que Darwin en su viaje, y cientos haber tenido las mismas evidencias frente a si SIN HABER PODIDO ARTICULAR UNA EXPLICACION SOLIDA.
Y el lo pudo hacer, por supuesto con inteligencia, pero es monumental haber dedicado 20 AÑOS (y mas) a producir su teoria de la seleccion natural. Un enorme cientifico. Y un caballero, además, lo cual es muy bueno de conocer.
Luis Marin Baltazar Ochoa, Guadalajara, Jalisco
En una ocasión Raúl Mújica, del INAOE, en una charla nos mostró fotos de Darwin, desde bebé hasta viejo, y las mostró en secuencia, diciendo que ese hombre miró la evolución desde otra perspectiva, aunque era evidente que la evolución no lo había favorecido a él, como se podía ver en sus fotos. Cómo me reí!!!
Veinte años formado en la misma cola!!!!!, es increible cómo cambian los tiempos, ahora no podemos estar en el mismo asunto por mucho tiempo, bueno al menos mis alumnos me lo han demostrado a veces, no siempre.
Y además también es increible ver que no solo las especies evolucionan, también el lenguaje, las nuevas palabras sustituyen a las viejas...... Hay evoluciones que podrían detenerse no creen?
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