En 2010 hubo elecciones generales en Suecia. Según todas las encuestas, los votantes estaban polarizados equitativamente entre izquierda y derecha, con 10 % de indecisos. Hall y sus amigos entrevistaron a 162 participantes voluntarios en las calles de Malmö y Lund. A cada participante le pidieron manifestar su preferencia (izquierda/derecha), manifestar su certeza acerca de esta preferencia y completar una encuesta. La encuesta preguntaba su postura respecto a 12 asuntos políticos que estaban en juego en la elección, y en los que izquierda y derecha estaban completamente divididas. He aquí algunos de los asuntos sobre los que los participantes tenían que ubicarse en una escala de 0 a 100 (0 desacuerdo total, 100 acuerdo total):
- Hay que aumentar el impuesto a la gasolina
- Los beneficios de la seguridad social deberían ser de tiempo limitado
- Se debería permitir trasladar a otra escuela a los estudiantes problemáticos incluso contra su voluntad y la de sus padres
- Se debería abolir la ley que permite al gobierno espiar los correos electrónicos y llamadas telefónicas cuando estima que hay peligro para Suecia
- Se debería permitir que los hospitales más importantes operen como empresas privadas
- Se debería incrementar el monto del seguro de desempleo
- ...
Sin saberlo los participantes, mientras llenaban sus encuestas el entrevistador iba llenando otra idéntica con posturas opuestas a las que veía que manifestaba el participante. Usando un truco de prestidigitación inventado en el siglo XVII, el entrevistador cambiaba subrepticiamente las encuestas. Luego le solicitaba al participante que justificara sus respuestas. Juntos, entrevistador y participante dilucidaban la postura política que mostraban las falsas respuestas. Después el entrevistador le pedía al participante que volviera a decir por quién pensaba votar. Muy burdo, ¿no? Nosotros nunca nos dejaríamos engañar así.
Pues bien, como informan Hall y amigos en el artículo de PLOS ONE, los participantes sólo detectaron 22 % de las respuestas alteradas (y muchos pensaron que el error era suyo por haber leído mal la pregunta). Un tremendo 92 % no se dio cuenta de que les habían cambiado la encuesta. Como resultado de la discusión sobre la encuesta falsa, 10 % de los participantes cambiaron de bando, 19 % pasaron de la certeza a la indecisión y 18 % ya eran indecisos antes de la encuesta. Esto indica, como señalan Hall y sus colaboradores, que 47 % de los votantes tienen en realidad una posición flexible pese a la certeza que puedan manifestar antes de la encuesta. Los autores del estudio sugieren que, a la luz de estos resultados, es un error en política dirigir una campaña sólo a los votantes que en las encuestas políticas se manifiestan como indecisos porque en realidad hay muchos más votantes cuya postura está abierta a cambiar.
Hall y sus colaboradores ya tienen una larga historia de investigaciones de este fenómeno, que llaman choice blindness, o ceguera de elección. Hay experimentos psicológicos que sugieren que las certezas que tenemos acerca de nosotros mismos son pura ilusión. Inferimos nuestra propia personalidad por introspección, el análisis de nuestros procesos mentales. Tan íntimo es este análisis, que nos parece estar contemplando la esencia misma de nuestra manera de ser. Por lo tanto, tendemos a no dudar de nuestra propia introspección y en cambio a poner en duda la de los demás. Después de todo, yo no puedo ver lo que piensan ustedes. ¿Qué me dice que de veras piensan tan bien como yo? Esta ilusión de autoconocimiento conduce muchas veces a la ilusión paralela de superioridad sobre los demás. El fenómeno se conoce como ilusión de la introspección. Una consecuencia de esta ilusión que nos da la seguridad de que nosotros sí sabemos cómo somos y los demás no nos hace pensar que nuestras elecciones y decisiones siempre están bien fundamentadas en nuestras más firmes creencias. Así, cuando la encuesta de Hall y colaboradores nos muestra opiniones alteradas que creemos nuestras, hacemos todo lo posible por justificarlas. Horrible, ¿no?
Sin embargo, la invesigación de la maleabilidad de nuestras convicciones políticas no está libre de críticas. Al parecer, se sabe que nuestras convicciones en general se hacen más endebles de lo que manifestamos si nos vemos obligados a explicarlas. Analizar sinceramente nuestras opiniones las desestabiliza. Otra observación crítica de algunos psicólogos es que el estudio de Hal y colaboradores no mide la duración del efecto.
Al final de las encuestas, a todos los participantes se les reveló la verdad. Los investigadores observaron dos reacciones: 1) de complacencia de no ser tan cerrado políticamente y 2) de alivio de no ser del partido equivocado.
1 comentario:
Excelente comentario, Sergio.
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