Cuando llegaron los españoles a Yucatán y zonas aledañas sólo quedaban ruinas de las grandes ciudades-estado mayas. Por suerte, los mayas eran historiadores fanáticos, y aunque sólo registraron (como es normal) los hechos de los reyes y reinas (sus matrimonios, sus guerras, sus monumentos), la narración que emerge de todas esas estelas talladas en piedra deja ver que esa civilización floreció entre el siglo IV y el XI.
A partir del siglo VII (por el año 660) la civilización maya empezó a desintegrarse. Se nota especialmente en que la tradición de registrar la historia desaparece gradualmente entre ese siglo y el XI. Tras la desintegración política y social, la población maya se desploma y no se vuelve a recuperar.
Durante mucho tiempo se atribuyó el derrumbe a una sequía prolongada, pero era más bien una conjetura. No se conocía el clima de la época con suficiente precisión para afirmarlo, además de que siempre ha sido difícil relacionar fechas del calendario maya con fechas del calendario moderno. Así pues, había que buscar maneras de leer el clima con más detalle. Los paleoclimatólogos leen el clima del pasado en los anillos de crecimiento de los árboles y los sedimentos de lagos y mares someros. Sin embargo, la lectura no es suficientemente precisa. Es como leer un texto borroso y entrecortado. Por si fuera poco, los estudios no se habían hecho suficientemente cerca de los grandes centros de población.
Desde hace unos seis años los paleoclimatólogos estaban probando una nueva forma de extraer datos sobre el clima del pasado usando los depósitos calcáreos de las grutas, es decir, estudiando la formación de estalactitas y estalagmitas.
El 8 de noviembre la revista Science publicó un nuevo estudio que muestra los patrones de lluvias de la región de Belice para los últimos 2000 años con resolución de menos de un año. El estudio lo llevó a cabo un equipo de científicos de Estados Unidos, Suiza, Belice, el Reino Unido y Alemania. Lo dirige Douglas Kennett, del Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Pensilvania.
En 2006 Kennett y sus colaboradores se procuraron una estalagmita (columna calcárea que crece desde el suelo de la gruta) muy bien conservada proveniente de la cueva Yok Balum, Belice, que está a menos de 200 kilómetros de centros de población importantes del mundo maya antiguo como Calakmul, Tikal y Caracol. Los investigadores midieron la concentración de cierto isótopo del oxígeno a lo largo de los 56 centímetros de la estalagmita en incrementos de 0.1 milímetros (¡uff!). Este isótopo se relaciona con la cantidad de lluvia que cayó sobre la cueva. Kennett y sus colaboradores usaron estos datos para reconstruir lo que pudo haber sido el informe meteorológico de la época. Para determinar la fecha de cada sección de estalagmita que analizaron, una parte del equipo de investigación examinó la concentración de uranio-234 y torio-230. El uranio-234 se convierte en torio-230 por desintegración radiactiva a un ritmo bien conocido.
El equipo encontró patrones de lluvia y sequía consistentes con fenómenos climáticos como El Niño (durante el cual la superficie del océano Pacífico se calienta más de la cuenta y afecta la distribución de peces y el clima). Otra parte del equipo se puso a buscar estelas mayas fechadas que contuvieran referencias a guerras, lo que se notaría en frases como "vasallaje tras derrota". Comparando su reconstrucción del clima con los acontecimientos históricos, Kennett y sus colaboradores observan que la civilización maya floreció durante un periodo húmedo que se extendió del año 400 al año 640, aproximadamente. En ese periodo surgieron nuevas ciudades y dinastías a montones. Después vino un periodo de sequía de 340 años, durante el cual los investigadores observan episodios de guerras entre ciudades-estado mayas y periodos de construcción monumental que los gobernantes usaban como señal de su poderío. Las cosas no iban bien entre las naciones mayas. El colapso final de la civilización maya durante el siglo IX coincide con una sequía aún más intensa que duró un siglo.
La investigación de Kennett y sus colaboradores no es prueba concluyente de que el clima haya sido una causa importante del colapso de la civilización maya, pero sí es una contribución de peso al gran cúmulo de estudios que indican esta tendencia. Quizá lo más interesante sea que se está estableciendo una relación más firme entre los científicos que estudian el clima del pasado y los que descifran la historia del ascenso y caída de las civilizaciones.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Muy interesante esta nueva vinvulación para poder afianzar lo que se conoce de la historia de los Mayas. Pregunta: ¿que se considera un periodo muy seco en esta historia? porque es dificil concebir a esta selva actual, como si tuviera sequia... ¿como seria? ¿como lso bosques medio matorralejos que veo en mi entorno aqui en Jalisco? ¿o sería mas como el tipo de una sabana, con pastizales y pocos arbustos y ningun arbol? ¿o de plano extensiones aridas, con solo cactaceas? ¿como se interpreta sequia en este lugar?
Otro elemento interesantisimo en este asunto, es el tipo de suelo de la peninsula de Yucatan... hasta donde se, es un suelo de roca caliza, que tiende a disolverse con el paso de lluvia acida (lluvia asociada con mucho anhidrido carbonico). Resulta en una tierra extraña, donde NO CORREN LSO RIOS, sino que el rio cava su cauce hasta ser rios subterraneos, concentraciones de agua subiendo por la tapa de la tierra y luego derrumbandose el cascaroncito que era la boveda: UN CENOTE. Esa particularidad de este tipo de suelo es esplendida, y creo que debe influir en como es mas dificil afrontar la sequia.
¿podrias abundar mas en esto, Sergio? gracias y de nuevo excelente tema.
Publicar un comentario