A los científicos se les exige (o se exigen a sí mismos) mirar el mundo sin prejuicios ni expectativas, desapasionadamente, para informar lo que se ve tal cual, sin deformaciones; o sea, observar pero eliminar al observador: un mirar descarnado que no mira desde ninguna parte. La idea de quitarse de enmedio, de eliminar al intermediario, es natural y muy bonita, pero hace mucho que los psicólogos, los expertos en percepción y los filósofos de la ciencia saben que no es práctica. ¿Por qué?
Cuenta el historiador del arte Ernst Gombrich que en tiempos del Romanticismo un pintor fue a copiar del natural la catedral de Chartres. Su dibujo a lápiz muestra una catedral gótica típica, con todo y sus ventanas ojivales (en forma de pico curvo). Pero resulta que la catedral de Chartres no es una catedral gótica típica porque no tiene ventanas ojivales, sino en arco. El artista se dejó llevar por sus expectativas y quizá por su amor por lo gótico, muy del Romanticismo. Mirar con los propios ojos no basta para asir la realidad objetivamente. Gombrich también cuenta que Leonardo da Vinci abrió el corazón de un mono para saber cómo estaba hecho (con la esperanza más o menos razonable de que se pareciera al de un humano) y dibujó lo que veía. En el dibujo de Leonardo, según Gombrich, aparecen partes del corazón que no existen, pero que sí estaban en los tratados del médico griego antiguo Galeno que Leonardo conocía bien.
"Ver" es interpretar, qué remedio, e interpretar está sujeto a todas las refracciones del prisma de la subjetividad.
Los historiadores de la ciencia Lorraine Daston y Peter Galison muestran en su libro Objectivity que: 1) el requisito de objetividad como salvaguarda de autenticidad en el conocimiento científico es un invento del siglo XIX (relativamente reciente), y 2) que su significado ha ido cambiando. Cuando los botánicos y zoólogos del siglo XIX hacían ilustraciones para dejar registro de nuevas plantas y animales seleccionaban para el ejemplar ilustrado las características que les parecían las más distintivas de la especie, características que los botánicos y zoólogos tomaban de un montón de ejemplares reales. La "objetividad" era una idealización de la realidad que se hacía inevitablemente interpretando.
Luego se desarrollaron la fotografía y otros métodos para recoger información automáticamente, sin intervención humana. La realidad se registraba mecánicamente, siguiendo un protocolo estricto, con lo cual se suponía que se evitaban los errores de la percepción humana, pero ¿quién diseña los aparatos? ¿Quién les da sentido a los datos? ¿Puede la naturaleza simplemente "pasar a la página impresa", como dicen Daston y Galison, sin mediador humano? La falibilidad volvió a entrar por la puerta de atrás.
Una foto de plantas o animales es una imagen que todo el mundo puede reconocer e interpretar, por lo menos hasta cierto grado. Pero un electrocardiograma, una radiografía y una imagen de microscopio electrónico son otra cosa: interpretarlos exige capacitación y práctica. Hace poco estuve en el Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada de la UNAM (campus Juriquilla, Querétaro). Me invitaron a conocer el centro y a sus investigadores para preparar una plática que presentaré el 23 de mayo, en el décimo aniversario del centro, pero mi misión secreta e inconfesable era buscar arquetipos de la investigación científica --temas o hilos conductores-- en las entrevistas que me concedieron un montón de investigadores. Los encontré, lo que será el tema de mi plática, pero aquí viene al caso lo que me contó Rodrigo X (no me dijo su apellido y no lo encuentro). Rodrigo es experto en microscopía electrónica y estuvo trabajando un tiempo en el campus San Antonio de la UNAM. Me contó que el microscopista en ciernes es básicamente como una persona muy miope: obtiene imágenes de muestras de materiales para analizar y falla al interpretarlas porque la imagen no habla claramente y sin ambigüedades. Lo que parece un aspecto importante de la estructura de la muestra muchas veces resulta ser un defecto sistemático del microscopio que sólo el microscopista experimentado es capaz de reconocer. Una vez que construye una interpretación teórica posible, el microscopista vuelve a su imagen y este ir y venir le va dando perspectivas distintas sobre ésta cada vez que regresa a ella. En otras palabras, los datos y la teoría interactúan en la mente del microscopista y van construyendo una imagen de la realidad. Donde primero uno no veía nada puede empezar a ver un montón de cosas... ¡una vez que ya sabe que están ahí! ¿Dónde quedó la objetividad que consistía en considerar los datos sin prejuicios ni expectativas? ¿Dónde quedó esa mirada "desde ninguna parte", como dice el filósofo Thomas Nagel?
Daston y Galison sugieren que hoy la "objetividad" exige una mirada informada, un ojo experto, de modo que no nos hemos librado de la necesidad de interpretar la información. Aspirar a la objetividad en cualquiera de sus formas cambiantes está muy bien, pero librarse de lo subjetivo, como dice un reseñista del libro de Daston y Galison, es como tratar de separarse de su propia sombra.
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4 comentarios:
Si se da uno cuenta de que el cerebro vive de modelos hasta para ver y de que inventa gran parte de lo que percibe, no hay que darle muchas vueltas a que la mente de cualquier hombre pensante es necesariamente subjetiva. Al menos hasta que la realidad no nos dice otra cosa. Por eso el único valor de un modelo (incluso los que usa el cerebro para interpretar lo que percibe) es que tenga utilidad a algún nivel de la realidad que quiera representar.
Si alguna magia tiene la ciencia, es que la manera de acercarnos a la "objetividad", lo que sea que uno quiera pensar que significa, es que se somete al juicio tanto de otros hombres pensantes y de los experimentos.
Y sí, para el obvio que va a señalar que los experimentos pueden no ser del todo objetivos sí, si pueden. Pero les aplica la misma observación de arriba. Hay muchos experimentos que se podrán hacer para distinguir pifias de verdades. Entendidas claro como verdades científicas, que son siempre dinámicas, susceptibles de mejora y nunca absolutas.
Pues ¡que dificil! tener ese ingrediente latoso de la subjetividad, que siempre hace dudar al cientifico. O lo peor, no dudar, aun siendo subjetivo.
A mi me parece un tema sabroso y polemico, pues cuando alguien queire darle caracter de respetabilidad a una decision suya, busca el soporte cientifico... precisamente por su caracteristica de objetividad e imparcilidad. Si la objetividad no lo es, tremendo problema hay.
... Y sin embargo, hay que ir en pos de ella. La objetividad, es piedra angular de las decisiones justas. De la ley. Y de una sociedad que asegure una justa convivencia. Igual que la perfeccion. Por definicion, nos es inalcanzable, PERO HAY QUE BUSCARLA.
Buen tema.
Martín, relacionado con la subjetividad inherente al pensamiento y percepciones humanas y con el comentario que le hice a Sergio, me permito recomendarte la última entrada de http://gnomonicablog.com/, a ver qué te parece.
Igual te hago la invitación Hon.
Gracias estimado espacio-tiempo, voy a darle una vista a lo que me recomiendas. Saludos y buen fin de semana.
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