jueves, 12 de marzo de 2009

Einstein enamorado

"El mito más persistente acerca de la figura de Einstein es que nació a los 50 años", dice Michel Janssen, historiador de la ciencia y la tecnología de la Universidad de Minesota. En efecto, de Albert Einstein nos ha quedado una imagen icónica que lo representa como un señor maduro (cuando no un anciano de pelo blanco), despeinado, distraído y descuidado en el vestir. Rara vez lo vemos joven, quizá porque antes de 1919, cuando cumplió 40 años, no era mundialmente famoso y no le tomaban tantas fotos. Pero Einstein no siempre fue así; y sobre todo, no era así cuando publicó sus contribuciones más importantes a la física, a los 26 años (ver en estas mismas páginas "El guardarropas de Einstein").

Desafortunadamente para  los que estamos hartos de que se lo represente como anciano lleno de sabiduría, o como científico loco, los organizadores del Año Internacional de la Física, en 2005, decidieron seguir la desgastada tradición, y eso pese a que las actividades de ese año estaban encaminadas principalmente a inspirar vocaciones científicas entre los jóvenes, que no gustan de identificarse con viejitos. Es una lástima. Por ejemplo, en la inauguración del AIF en la UNAM hubo edecanes (varones y mujeres) con peluca blanca y bata de laboratorio (prenda que Einstein nunca usó, como físico teórico que era).

Einstein no nació de 50 años. El físico más famoso de la historia tuvo juventud y tuvo adolescencia, y durante ésta, como todo el mundo, se enamoró como un loco.

En 1896, a los 17 años, Albert se fue a estudiar a la preparatoria de la ciudad suiza de Aarau. Por aquella época su familia se había instalado en Italia, pero Einstein, en un rapto de indignación contra su natal Alemania, tan dada a la disciplina militar, se despojó de su nacionalidad alemana y adoptó la suiza. En Aarau Albert rentaba un cuarto en la mansión del director del liceo de la ciudad, Jost Winteler. El joven no tardó en integrarse a la numerosa familia de sus anfitriones, e incluso llegó a llamar "papá" y "mamá" a los señores Winteler. Salía con ellos a pasear, discutía con ellos en la mesa y tocaba el violín con María, la segunda hija, quien lo acompañaba al piano.

Albert y María se enamoraron. Sus padres --y sobre todo sus madres, ambas llamadas Pauline-- veían la relación con buenos ojos. Incluso las Paulines se imaginaban ya la boda. La pobre María, seducida por la inteligencia, la arrogancia y los grandes ojos negros de su galán, también se creyó destinada a convertirse en Frau Einstein. Pero no habría de ser. Pese a las cartitas con poemas, las palabras de amor acostumbradas y todo lo demás, en cuanto Albert ingresó en la Escuela Politécnica de Zurich para estudiar física, se olvidó de María. No de dijo nada; simplemente, como un verdadero patán, le dejó de escribir (lo cual llegó a lamentar, quién sabe si sinceramente). María sufrió mucho la separación...y las Paulines también.

En la clase de Albert había seis personas inscritas, una de ellas una muchacha serbia cuatro años mayor que él. Mileva Maric era súper inteligente, a la vez que seria y callada. Había batallado para encontrar una escuela donde aceptaran mujeres, y como en su país no lo logró, se fue a Zurich. Albert y Mileva no tardaron en trabar amistad. Discutían de física y de política, se escribían cartas y me imagino que paseaban y tomaban café. En las primeras cartas (la correspondencia entre Albert Einstein y Mileva Maric se publicó en 1986), Albert se dirige a ella con un respetuoso "Liebes Fräulein", "querida señorita". Pero al poco tiempo la "Fräulein" se convierte en "Querida muñequita". La cosa se ponía interesante. Ella, a su vez, lo apoda "Johanzel", vayan ustedes a saber por qué. Cosas de la intimidad creciente entre los dos jóvenes físicos.

El amor entre Albert y Mileva se topó con un obstáculo imponente: Pauline Einstein, que le reprochaba a la muchacha lo vieja, lo fea, lo rara, pero sobre todo dos grandes defectos: ser coja y no ser judía. ¡Horror! En una carta Einstein le relata a Mileva lo que sucedió durante una de sus visitas a la casa de la familia. Mileva había reprobado cierto examen que Albert había pasado apenas y Pauline pensó que aquello marcaría el fin del romance. Muy aliviada, la madre le pregunta a su hijo:

--¿Y la tal "Muñequita"?
--Se casa --respondió Albert.
--¿Con quién?
--Conmigo.

El hijo le cuenta a su novia que Pauline se echó a la cama y lloró desconsolada como una niña pequeña. Él se mantuvo firme. Los extractos de las cartas que he podido leer (traducidas al inglés) muestran que el joven de 20 años estaba muy enamorado de Mileva. Cuando tenían que separarse en las vacaciones, o cuando Mileva iba a visitar a su familia, "Johanzel" le escribía versos fogosos que dejan clarísimo que la relación había pasado del simple noviazgo de manita sudada. "Ay, pobre de Juanito/tan loco de deseo./Pensar en Muñequita/lo deja envuelto en fuego", le dice (traducción libre (de la traducción en inglés) hecha por un servidor de ustedes, pero fiel al espíritu del original). Y aunque en Zurich cada quien tenía su departamento, los novios con frecuencia ocupaban sólo una de las viviendas.



Albert y Mileva tuvieron una hija antes de casarse. Durante el embarazo, Albert se muestra entusiasmado en sus cartas (Mileva estaba con su familia en Serbia mientras él trabajaba en Berna para poder mantener a la futura familia). Todo indicaba que podía ser buen padre. Pero al poco tiempo de nacer la niña, se pierde su rastro en la historia. Nadie sabe qué pasó: ¿murió?, ¿la dieron en adopción para evitar escándalos? ¿Quién escribirá la primera novela u obra de teatro en que la pequeña Lieserl vive y sigue desde el anonimato la carrera de su padre?

Pese a todo, Albert Einstein y Mileva Maric se casaron, todavía muy enamorados. Tuvieron dos hijos, uno de los cuales padecía esquizofrenia y terminó en un hospital psiquiátrico. El otro se convirtió en ingeniero y fue un miembro respetado de una universidad de California hasta su muerte en 1973. El matrimonio terminó en 1919, luego de años de frialdad y discusiones.

Albert Einstein siempre tuvo éxito con las mujeres: de joven, por galán misterioso, en la edad madura por su fama. Se dice que Marilyn Monroe encontraba sexy al científico de la melena blanca de los años 50. Einstein se casó por segunda vez con una prima suya a la que había estado viendo en sus viajes a Berlín sin que Mileva lo supiera. Ser casado y cincuentón no le impidió tener amoríos con otras cinco o seis mujeres, que más que conquistarlo, lo perseguían, como se ha revelado en otras cartas que salieron a la luz en 2006. Así pues, aunque la relación con Mileva Maric terminó mal, se puede decir que, por la intensidad y la pasión que le inspiró, la joven serbia de los ojos negros, la "dulce voz" (apreciación de Einstein) y la pierna mal formada fue el amor de su vida.

4 comentarios:

Sergio de Régules dijo...

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Anónimo dijo...

Sergio: Herr Einstein era todo un don Juan, sin duda alguna. Lo notable no es que lo fuera, vaya, su pegue tendria, sino que entre tanto y tanto se diera tiempo de ser uno de los físicos mas extraordinarios de la historia.

Y bien dices, sería mejor que la percepcion popular no lo tuviera como ese cientifico excentrico y de melena alborotada, pero tambien entender, que en su vida cometió patinones personales muy independientes de su genio intelectual.

Hacer la ciencia mas humana, mas de humanos, no de seres diferentes y sacados de quien sabe donde. Tal vez mas chavos se animaran a ser cientificos.

Luis Martin Baltazar Ochoa, Guadalajara, Jalisco

Mario Mora dijo...

Hola Sergio

esto, junto con la vida de Kepler (y me imagino que de muchos cientificos mas) daria para una buena telenovela cientifica (si hay telenovelas historicas, por que no hacer unas cientificas jeje)

un abraz

Gabriel Cachoa Ocampo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.