martes, 17 de marzo de 2009

Arenas movedizas

Max Planck venía de una familia de juristas muy respetados. Les gustaban las leyes, e incluso algún pariente suyo había participado en redactar la constitución de Prusia.

A Max también le gustaban las leyes, pero él optó por las de la naturaleza para satisfacer su anhelo de absolutos. Ironía del destino, su trabajo llevaría a la física por el camino de la incertidumbre, la indeterminación y la probabilidad, pero ésa es otra historia.

Muchas personas se dedican a la ciencia por amor a lo sólido e inmutable, como Max Planck. Pero lo cierto es que si hoy un joven igual de idealista le pidiera consejo a un filósofo de la ciencia, probablemente lo mandarían a estudiar mejor matemáticas, o de plano teología. La ciencia que nos enseñan en la escuela se suele presentar como una colección de conocimientos bien establecidos, o de verdades absolutas y perennes. Pero esto es porque en la escuela se enseña resultados científicos del pasado, embriones disecados en frascos de formol que ya no van a cambiar, ideas sobre las que ya no hay discusión. Las especies evolucionan, la tierra es redonda y gira alrededor del sol...

La ciencia actual, en cambio, está en perpetuo cambio y las discusiones no cesan. Hoy en día, la explicación más aceptada acerca de las causas de la gran extinción de finales del periodo cretácico es que ésta se debió a los efectos del impacto de un meteorito de unos 10 kilómetros de radio. Creemos que la colisión levantó grandes cantidades de polvo que obstruyeron el sol durante varios meses. La oscuridad y el frío mataron a cerca del 90 por ciento de las especies del planeta, entre ellas todas las especies de dinosaurios. La hipótesis del impacto no se aceptó de la noche a la mañana. Llevó unos 15 o 20 años convencer a la mayoría de los paleontólogos, y se requirió amasar un montón de indicios que, como piezas de rompecabezas, forman una imagen coherente sólo si las ensamblamos de cierta forma. Podría pensarse que hoy el impacto asesino es un hecho científico aceptado e incontrovertible. Pues no es así. Hay disidentes. Unos explican los mismos datos (las extinciones, la antigüedad del acontecimiento, lo repentino) como efecto de una racha de erupciones volcánicas violentas y sostenidas que se sabe que ocurrieron hace unos 65 millones de años. Otros sostienen que no fue un impacto, sino varios. La respuesta, si algún día la encontramos, podría ser una combinación de estas alternativas.

Hace 10 años dos equipos de astrónomos de distintos países batallaban para interpretar lo que les decía la luz de unas supernovas (estrellas que explotan) muy lejanas. Los datos, interpretados de la manera usual, indicaban que algunas estrellas son más antiguas que el universo, lo que les pareció absurdo. Al final, llegaron a otra conclusión: la expansión del universo no va al ritmo que habíamos pensado. Es más, se acelera en vez de frenarse como cabía esperar. Desde entonces los físicos se han estado partiendo la cabeza para entender qué puede ser lo que está acelerando la expansión del universo. No saber qué es no les ha impedido ponerle nombre: el agente que impulsa las galaxias a alejarse cada vez más rápido unas de otras se llama energía oscura.

...o se llamaría, si existiera. Aunque la mayoría de los astrónomos están convencidos de que la energía oscura existe, hay grupos que afirman que los datos de las supernovas se pueden interpretar de otra manera. Si por casualidad nuestra galaxia estuviera en una burbuja vacía de las que hay muchas en el universo, las cosas se verían desde aquí como si el universo se expandiera cada vez más rápido. Esta interpretación no requiere que exista la energía oscura. Pero ahí no para la cosa: hay otros grupos que piensan que quizá la fuerza de gravedad no actúa igual a grandes distancias y han propuesto una modificación de la gravitación de Newton que también explicaría los datos.

Ser científico es ser investigador, y el investigador busca conocimientos nuevos. La ciencia del pasado no le sirve en su trabajo. El científico activo conoce los resultados aceptados que necesita para trabajar, pero no necesariamente tiene un conocimiento enciclopédico de la ciencia, como se da a entender en la escuela y en los medios. Si la ciencia es una biblioteca, los científicos no son ni los bibliotecarios ni los usuarios, sino los autores de los libros. ¿Qué pasaría si en la escuela el primer encuentro con la ciencia pusiera en contacto a los estudiantes con la ciencia actual, con las polémicas y los desacuerdos, con los resultados tentativos y los caminos vislumbrados, con el futuro y no con el pasado? Sospecho que habría más jóvenes dispuestos a dedicarse a esta actividad, pero no lo sé. Nadie ha hecho el experimento. Y yo tampoco lo haré, porque mis deberes como profesor de enseñanza media me obligan a cumplir un programa lleno de embriones en formol, ideas cubiertas de telarañas y conceptos polvorientos.

Si sigo dando clases el año entrante, me propongo sublevarme. A ver qué pasa. Mis futuros alumnos hace poco fueron a Universum, museo de las ciencias de la UNAM, donde está mi oficina. Ahí les di un paseo especial por la sala de matemáticas. A diferencia de mis alumnos de sexto de preparatoria, los que me visitaron ese día me escucharon más o menos embelesados. La diferencia: les hablé de cómo trabajan los científicos hoy y no de las ideas que tuvieron los científicos hace 300 años. Eso podría venir después, porque también es muy interesante, pero antes de enseñarles historia de la ciencia habría que ponerlos en las arenas movedizas de la ciencia viva. 

3 comentarios:

José María Hdz dijo...

Hola Sergio. Yo me acuerdo que en secundaria me enseñaron la estructura de un átomo y sus partes, y mi profesor mencionó que lo que él nos estaba enseñando no era correcto, en realidad el átomo era diferente, pero eso era lo último que se había aceptado años atrás. Yo le pregunté por qué, en vez de enseñarnos esa información obsoleta, no nos enseñaban lo actual, y su respuesta fue: porque te pudiera enseñar la información actual y lo más problable es que cambie el día de mañana. Entonces entendí. Pero aún así, siempre me quedé con las ganas de pedirle que un día nos enseñara información actualizada aunque al otro día no nos sirviera de nada.
Entiendo por qué no es práctico enseñar a los estudiantes la ciencia actualizada, sobre todo porque ¿qué se podría preguntar en un examen?
Pero seguro haría pensar más a los estudiantes, y la curiosidad también aumentaría.

Anónimo dijo...

Sergio, se ve que para ti la ciencia y el asombro y el descubrimiento son una misma cosa. ¡bien por ti! Si me permites, una observacion de algo mas aburrido pero tambien importante... cuando dices: "Si sigo dando clases el año entrante, me propongo revelarme..." bueno, si tu proposito es la REVELACION (revelarme) como un tipo muy a todo dar, les diras algo que ya saben. Ahora que si lo pretendes es iniciar una REBELION (rebelarme) pues te apoyo en tus afanes insurrectos. Un saludo y felicitacion por tu esfuerzo divulgador.

Luis Martin Baltazar Ochoa, Guadalajara, Jalisco

Sergio de Régules dijo...

¡Touché! Tienes toda la razón, Luis Martín. Si me revelo, a lo mejor me llevan a la cárcel. Mejor me sublevo. Je, je.

Chema: Sí, el problema fundamental es la maldita obligación de hacer exámenes. Yo estoy exactamente en ese dilema: ¿cómo los evalúo si todos los días platicamos como Platón y sus alumnos? Aunque, por otro lado, ¿no sería mucho, MUCHO, mejor platicar platónicamente en vez de seguir un programa aburrido y mal hecho?