Hace unos años salió una película titulada ¿Y tú que &%$& sabes?, en la que un montón de científicos, seudocientíficos y médiums nos informaban que somos los arquitectos de nuestro propio destino, pero no porque nuestras acciones puedan darle rumbo a nuestras vidas, sino por la mecánica cuántica. La mecánica cuántica es la física de los objetos más pequeños del universo. Yo la aprendí en la Facultad de Ciencias de la UNAM, pero mis maestros, ¡reprochable omisión!, nunca me dijeron que la mecánica cuántica me podía dar felicidad (salvo la felicidad de una ecuación de Schrödinger resuelta con elegancia, pero ésta es sólo estética).
En diciembre de 2005 publiqué un artículo en la revista ¿Cómo ves? en el que explico por qué los bonitos consejos y lindos mensajes de los participantes de la película no tienen nada que ver con la mecánica cuántica. Lo pueden descargar aquí.
En una película llena de charlatanerías el punto más bajo, en mi opinión, es la aparición de Masaru Emoto, investigador japonés que se comunica con el agua…o algo así.
Emoto viaja por todo el mundo diseminando lo que él llama “el mensaje del agua”. En sus conferencias muestra fotografías de cristales de hielo. Según él los cristales se forman cuando a la muestra de agua se le dicen palabras bonitas antes de congelarla (“amor”, “gracias”, “Madre Teresa de Calcuta”). En cambio cuando al agua se le dice “Hitler”, “odio”, “te mataré”, o bien cuando se la obliga a escuchar rock, las figuras que se forman tras congelación son bien feas. Emoto muestra en esa parte fotos de… pues de quién sabe qué, porque no se ven cristales, sino manchas pardas y amorfas. Lo cual demuestra, impepinablemente, que el agua entiende el lenguaje humano y responde a nuestras emociones. Yo digo que incluso demuestra más: puesto que al agua le gusta Mozart pero detesta el rock, los experimentos de Emoto revelan que el agua tiene los gustos musicales de mi tía Eduviges la soltera.
En su página web Masaru Emoto explica (es un decir) su método. Añade que le llevó muchísimo tiempo obtener la primera fotografía. No contento con informarnos que el agua nos entiende, en sus comentarios de unas fotos de playas arrasadas por el tsunami de 2004 Emoto afirma que el desastre se debió a que hicimos enojar al dios del agua. Si el dios del agua se enoja con el agua sucia, entonces cabría esperar un tsunami de miedo en la Ciudad de México (aunque para castigarnos el dios del agua va a tener que superar unos problemas técnicos bastante complicados, empezando por los 2400 metros de altitud de la capirucha).
Masaru Emoto ha estado en México varias veces desde el estreno de la película, una de ellas muy reciente. Cuando un periodista inteligente le pregunta por qué habríamos de creerle —cuando alguien inquiere sobre las bases científicas de sus afirmaciones—, Emoto dice, quizá aguantándose la risa, que para él sus fotografías son prueba científica suficiente.
Y ahí sí está errado como un caballo.
Las fotografías nunca han sido prueba científica de nada, y menos en los tiempos de PhotoShop, aunque Emoto no necesita alterar digitalmente sus imágenes para que se vean bonitas: la naturaleza se encarga solita de hacer que los cristales de hielo tengan formas agradables. Lo que está en entredicho es su afirmación de que sólo se forman cristales cuando el agua recibe de nosotros mensajes “positivos”. Es muy fácil probar la hipótesis: basta someterla a las duras pruebas por las que tiene que pasar toda afirmación para ser reconocida como científica. Una de esas pruebas se llama reproducibilidad: muchos investigadores distintos —y sin interés en las afirmaciones de Emoto, ni intelectual ni, desde luego, comercial— tienen que obtener los mismos resultados preparando el agua de la misma manera que él. Si todos vieran cristales bonitos cuando le dicen al agua palabras bonitas y manchas horribles cuando le dicen cosas feas, entonces sería probable que Emoto tenga razón, aunque faltan otras pruebas, como la del doble-ciego.
La prueba del doble-ciego se usa sobre todo cuando se quiere probar el efecto de un fármaco. Consiste en separar a los participantes en dos grupos, a uno de los cuales se le administra el fármaco mientras al otro se le da un placebo. El secreto está en que ni los participantes ni quienes les administran las sustancias y miden los resultados deben saber cuál grupo es cuál. Sólo al final, cuando se han registrado los resultados, se revela quién tomó el fármaco y quien el placebo. Se considera que la sustancia tiene efectos terapéuticos si entre los que la tomaron se cura un número significativamente mayor que entre los otros. En el caso de Emoto y sus cristalitos, quien toma las fotografías y quien las analiza no deberían saber qué se le dijo a cada muestra de agua. Así no se podrá alegar que saberlo influyó en el ánimo del analizador y lo hizo ver bonitos los cristales y feas las manchas. Finalmente —y como prueba máxima de validez científica— Emoto tendría que convencer a una fracción importante de los físicos y químicos del mundo, profesionales exigentísimos que sólo dan por buenas las afirmaciones que han salido victoriosas de éstas y otras pruebas.
En 2003 James Randi, célebre mago y desenmascarador de charlatanes, le ofreció a Masaru Emoto un millón de dólares si sus afirmaciones pasaban las pruebas de la ciencia. El millón de dólares existe y está depositado desde hace muchos años en un fondo especial en espera de que Emoto y otros personajes con afirmaciones igual de deschavetadas consientan a someter sus ideas al rasero de la ciencia. ¿Por qué no aprovechan esta oportunidad?
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6 comentarios:
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Muy buenos tus aportes, te escucho siempre en imagen, he buscado tus libros aqui en chihuahua, pero no los encuentro, sabes en donde los puedo consegir?
Saludos
Y lo malo es que mucha gente se engancha con recetas mágicas y secretos pseudocientíficos para lograr el éxito y la felicidad.
Hemos reemplazado a los dioses tutelares con santos, y a éstos con frases mágicas, amuletos y actitudes positivas; todo con tal de disminuir el esfuerzo personal.
Hola Jorge y Fernando,
Gracias por dejar comentarios. Jorge: mis libros los puedes pedir en la página de la editorial Paidós, o bien en librerías como Gandhi. Tal vez te los puedan llevar. Ya en el peor de los casos, parece que están en Amazon. Ojalá los encuentres, porque creo que te gustarán.
se puede utilisar el agua de los mares y oceanos para equilibrar la clima con el principio simple de los vasos comunicantes se puede crear una coriente acendente de agua fria que en grandes superficies y unos 10 años produsca el fenomeno.pedro calpe
Que tal Sergio, muy bien este artículo! Yo de inmediato lo refiero cuando de repente en alguna conversación que tenga, sale este tema tan folklórico. Muy bien, has hecho bastante (y me atrevo a decir que yo también, aunque sólo yo soy un vehículo de los argumentos de este mostrados en este artículo) para ir acabando con las seudociencias, destruyendo la ignorancia y fomentando el conocimiento de una manera muy buena, elegante diría yo.
Saludos
Luis
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