Yo atesoro los ataques de risa loca. Los recuerdo como hitos en mi vida no por escasos, sino por intensos y placenteros. Una vez me reí cinco horas seguidas por culpa de mi amigo Luis Miguel Lombana, actor y director de teatro, ópera y televisión, que es un genio del humor cuando está relajado y feliz. En otra ocasión mi hermano Juanjo me prestó un libro de Woody Allen y por leerlo en la cama desperté a mi esposa con mis risitas y mis sacudidas incontrolables. Otros libros que me han hecho reír sin poder parar son The Hitchhiker's Guide to the Galaxy, de Douglas Adams, Sin noticias de Gurb, del escritor catalán Eduardo Mendoza, Twitterature, de Alexander Aciman y Emmett Rensin, y --cómo no-- Alicia en el país de las maravillas.
Después de un ataque de risa loca uno se siente bien. Quizá por eso la sección de chistes del Reader's Digest se llamaba "La risa, remedio infalible" y quizá por eso también la risoterapia da buenos resultados. Al parecer la risa tiene una virutd analgésica. Pero, ¿cómo opera el mecanismo?
La risa se investiga desde muchos ángulos y con miras a contestar preguntas muy diversas: qué otras especies ríen (sin ninguna duda todos los primates, y quizá otros mamíferos, como las ratas, pero eso es más dudoso), qué cosas nos hacen reír (o cómo funciona el humor), por qué existe la risa (¿para afianzar vínculos sociales?, ¿para facilitar el aprendizaje?, ¿para atraer a la pareja?; en esto no hay consenso). La que nos ocupa aquí es cómo produce la risa su efecto psicológico y fisiológico. De eso trata un artículo que se publicó el 14 de septiembre en la revista Proceedings of the Royal Society B. Robin Dunbar, de la Universidad de Oxford, y colegas de otras universidades británicas y una holandesa, se propusieron entender las propiedades analgésicas de la risa. Su hipótesis es que el acto físico de reír (las contracciones musculares, la respiración entrecortada, los ruiditos tontos) activa el sistema de producción de endorfinas del sistema nervioso central.
"Endorfina" significa "morfina endógena", o sea, morfina producida por el organismo. El cuerpo tiene su propia farmacia interna. Las endorfinas son sustancias que usa el cerebro, entre otras cosas, para mitigar el dolor.
Para Dunbar y colegas hubiera sido muy fácil poner gente a reírse y luego medirles la concentración de endorfinas. El problema es que el cerebro tiene un sistema de compuertas herméticas que no deja pasar sustancias del cerebro al flujo sanguíneo (sólo al revés, como demuestra el efecto del café o del alcohol en las funciones cerebrales). El nivel de endorfinas no se puede medir en la sangre, por lo que hace falta un método indirecto de evaluarlo. Dunbar y sus colaboradores lo asocian con el umbral del dolor: mientras más tiempo soportes estímulos incómodos, mayor debe ser la concentración de endorfinas en el cerebro. Con esta suposición, los investigadores hicieron seis experimentos distintos. Para hacer reír a los participantes probaron dos métodos: 1) mostrarles videos chistosos (Los Simpson, Mr. Bean, South Park...) o 2) hacerlos presenciar un espectáculo humorístico (rutinas de cómicos profesionales de las inmediaciones de Oxford). Al mismo tiempo, otros participantes vieron videos ya sea de valor emotivo neutro (documentales) o que producen bienestar sin risa (escenas de la naturaleza).
Antes y después los investigadores probaron el umbral del dolor de todos poniéndoles una manga helada en el antebrazo o apretándoselo con un esfigmomanómetro y midiendo el tiempo que soportaban el dolor.
Luego de muchas mediciones y análisis estadísticos, así como de considerar objeciones posibles, los investigadores concluyen que en las personas que estuvieron expuestas a los videos humorísticos en umbral del dolor aumentó notablemente, lo que ellos interpretan como señal de que el sistema nervioso central de esas personas produjo más endorfinas. Si la conclusión se sostiene (y falta que otros repitan los experimentos y no les encuentren objeciones), entonces la risa, como ya sospechábamos, nos hace generar endorfinas, como tantas otras experiencias placenteras. Lo que me parece más interesante es que Dunbar y sus colaboradores mantienen que no es el proceso cognitivo del humor (lo que pasa en la mente del que ríe) lo que propicia la producción de endorfinas, sino el acto físico de reír a carcajadas, y lo comparan con otros actos extenuantes que se sabe que están relacionados con el placer y las endorfinas, como hacer ejercicio. También es interesante que distingan entre la risa cortés (y en buena medida falsa) de todos los días, y la risa franca e incontrolable, que se llama "risa Duchenne" en honor al médico francés que las separó en el siglo XIX. Los dos tipos de risa se distinguen fisiológicamente (entran en acción músculos distintos en una y otra), neurológicamente (hacen intervenir partes del cerebro diferentes) y psicológicamente (una disipa emociones negativas y la otra no).
Para terminar les dejo un video que a mí me produce risa Duchenne cada vez que lo veo: