Pues no. Basta adentrarse un poco más en esas historias superficialmente tibias -basta indagar sobre los personajes que las protagonizan, y mejor aún: preguntarles- para disipar la idea de que los científicos sólo se guían por la lógica y la razón. No lo digo para desprestigiarlos ni restarles dignidad. Al contrario, yo creo que la falsa idea de que son distintos es la que los desprestigia.
Ayer tuve la oportunidad de conversar con Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, sobre un tema que nos apasiona a ambos: el cráter de impacto de Chicxulub, en Yucatán. Desde hace casi 20 años la mayoría de los geólogos, astrónomos y paleontólogos (y otros ólogos) están convencidos de que ese cráter, descubierto a principios de los 80 por un equipo de exploración de Pemex, es la huella del impacto que precipitó la extinción masiva de especies a fines del periodo Cretácico, hace unos 65 millones de años. Yo conozco la historia de oídas (o de leídas, más bien). Jaime Urrutia la conoce por ser uno de sus muchos protagonistas: ha participado en las investigaciones que la UNAM y otras instituciones de muchos países llevan a cabo en el famoso cráter. Como participante activo, el doctor Urrutia Fucugauchi conoce bien a los principales personajes de esta historia, que tiene más fondo de lo que se da a entender normalmente. Aprovechando que lo tenía para mí solo, lo acribillé con preguntas. Lo que sigue es mi interpretación de sus respuestas, aunado a lo que me parece saber de este episodio reciente de la historia de la ciencia.
Resumen de los primeros capítulos: en 1980 Luis Alvarez, físico, y su hijo Walter, geólogo, junto con Frank Asaro, proponen que la extinción del Cretácico se pudo haber debido al impacto de un meteorito gigante y sus consecuencias climáticas y geológicas. Los geólogos y paleontólogos descreen, entre otras razones, por falta de evidencia de un impacto de dimensiones y antigüedad adecuadas. Mientras tanto, un equipo de Pemex encuentra rastros de una estructura circular de 180 kilómetros de diámetro enterrada bajo cientos de metros de sedimentos en la península de Yucatán, entre el mar y la tierra, y la reportan entre los expertos, pero los expertos en prospección petrolera (también conversé con el maestro Antonio Camargo, uno de los coautores de esta investigación). Al paso de los años, y con muchas dificultades, la hipótesis del impacto va ganando adeptos y en 1991 se juntan por fin las dos historias, la de la extinción y la del cráter. Muchos más se convencen.
Pero quedan disidentes, como siempre en la ciencia. Los hay que afirman que la extinción del Cretácico no se debió a un impacto, sino a una serie larguísima de erupciones volcánicas muy violentas que se sabe ocurrieron por la misma época, y que habrían bastado para llenar la atmósfera de gases que obstruyeron la luz del sol. Y sobre todo los hay que afirman que el cráter de Chicxulub es anterior a la época de la extinción. Este grupo está representado principalmente por la paleontóloga Gerta Keller, de la Universidad de Princeton. Artículos van y artículos vienen, los partidarios y los detractores de Chicxulub llevan más de 10 años discutiendo, como en una larga erupción volcánica, pero académica.
Jaime Urrutia, que es del grupo pro Chicxulub, me cuenta que Gerta Keller es muy simpática. Le pregunto si no es un poco obsesa en su búsqueda de argumentos contra el famoso cráter y Jaime Urrutia se queda pensando. Todas sus respuestas son muy mesuradas y reflexionadas. Concluye que sí, pero que eso es una virtud en un científico. Él no tiene ningún problema con Gerta Keller. Pero hay quien sí. El doctor Urrutia me cuenta que en los congresos llega a suceder que los miembros de un grupo se salen de la sala cuando exponen los del otro. A ese grado llega el encono académico. Y luego está el problema de las publicaciones: las revistas científicas especializadas no publican nada que no hayan revisado varios árbitros expertos en el tema del artículo en cuestión. El problema con los artículos sobre Chicxulub es que los expertos entre los que las revistas escogen árbitros están básicamente divididos en dos (y no es la primera ni la última vez que sucede) y estos dos grupos tienden a bloquearse unos a otros: si les toca dictaminar un artículo del otro bando, tienden a encontrarle todas las objeciones del mundo (quizá hasta más de las que razonablemente se pueden esgrimir). Los editores de las revistas se ven obligados a ejercer su derecho a soslayar los dictámenes cuando se encuentran con que sus árbitros se han mostrado más recalcitrantes de lo que conviene en una discusión objetiva y académica.
En marzo del año pasado un equipo de 40 investigadores publicó en la revista Science un estudio en el que reevalúan todas las pruebas que se han acumulado en los 30 años desde que los Alvarez y Asaro publicaron su hipótesis del impacto. El equipo falla en favor del cráter de Chicxulub como sitio del impacto que causó la extinción de fines del Cretácico. Le comento a Jaime Urrutia que me encontré ese estudio y, pensando yo erróneamente que es de marzo de este año y no del pasado, le pregunto si lo conoce. Jaime Urrutia sonríe y me dice con sincera modestia que él es uno de los autores. Tonto de mí: en mi prisa por preparar mi entrevista con él no revisé la lista de participantes. Su nombre está en el último renglón por empezar con U. Pero qué bueno: tengo ante mí a uno de los protagonistas. Me gustaría que me contara la historia de ese artículo de manera más personal, pero sus instintos de científico son más fuertes que mi petición: la exigencia de objetividad impone el hablar del propio trabajo en tercera persona, o incluso en modo impersonal. Así son las cosas.
¿Y qué opina Gerta Keller? Sigue sin convencerse. Y con todo derecho. Lo que ilustra el hecho bien tratado en este blog de que la ciencia es más compleja, y por ello más interesante, de lo que se nos da a entender.
La entrevista propiamente dicha la podrán ver en TV UNAM, el próximo jueves 31 de marzo a las 19:30 en el programa Las respuestas de la ciencia.