En 1305 Giotto di Bondone pintó en una iglesia de Padua esta escena típica de la fiesta de la Natividad de Jesús, que representa la visita de los Reyes Magos, venidos de Oriente a adorar al recién nacido. San Mateo relata que una estrella guió a los reyes hasta Belén, pero Giotto representa esa estrella con una cola alargada, como un cometa.
A Giotto se le conoce por aplicar sus dotes de observación a la pintura . En una época en que importaba poco el parecido de la pintura con la realidad, Giotto estudió las expresiones de los rostros, los movimientos naturales de personas y animales y la caída del vuelo de las vestiduras para darles naturalidad a sus obras. En 1301, unos años antes de la Adoración, había aparecido en el cielo un cometa, y hasta puede ser que Giotto se inspirara en este suceso astronómico para darle a su obra un toque de actualidad.
En la época de Giotto la pintura en Europa se usaba más para representar símbolos religiosos que para imitar la realidad, como ya mencioné. El interés en el mundo y sus fenómenos se avivaría hasta unos 200 años después, para culminar en los siglos XVII y XVIII. Isaac Newton, nacido el día de Navidad de 1642, publicó en 1687 la primera teoría matemática general del movimiento. Las leyes de Newton del movimiento y su ley de la gravitación universal han sido desde entonces el modelo de las teorías físicas. Todas deben explicar lo que observamos en el mundo, pero también --muy importante-- anticipar cosas que no hemos observado.
Al poco tiempo, las técnicas matemáticas de Newton estaban dando frutos asombrosos. En 1705 un amigo suyo llamado Edmond Halley las usó para analizar la órbita de un cometa que apareció en 1682. Halley comparó sus datos con los de otro cometa que Johannes Kepler observó en 1607 y otro más de 1531, y concluyó que los tres eran el mismo objeto. Con esta interesante información en mano, Halley predijo el retorno de su cometa para 1758, más o menos.
La capacidad de predecir (calcular lo que tiene que pasar) es una de las glorias de la física moderna, pero también la capacidad de retrodecir (o sea, calcular que lo que ya ha pasado tenía que pasar). Hay registro histórico de montones de observaciones de cometas desde la antigüedad. Cuanto más antiguo el registro, claro, menos preciso y menos confiable (entre otras cosas, porque es difícil empatar las fechas de civilizaciones antiguas con el calendario moderno), pero con la técnica de Halley podemos relacionar muchas de estas observaciones con el mismo cometa (o dicho de otro modo, retrodecir sus apariciones). Al parecer, el que observó Giotto en 1301 era el cometa de Halley.
Quizá por eso se ha dicho que la estrella de Belén que guió a los Reyes Magos (según San Mateo), pudo haber sido este cometa, pero la idea se topa con muchas dificultades. Una grave es que, según los cálculos, el cometa de Halley pasó en el año 12 a. C., cálculo que confirman ciertos registros astronómicos chinos. Ahora bien, los expertos en la Biblia (tanto creyentes como seculares) concuerdan en que Jesús no pudo haber nacido antes de la fecha que hoy llamamos 4 a. C. (el cálculo original de la fecha del nacimiento de Jesús lo hizo en el siglo V un monje que no tenía los recursos con que cuentan hoy los historiadores para ubicar sucesos en el pasado relacionando distintos documentos de la época; así pues, el año 1 "después de Cristo" no es el año del nacimiento de Jesús casi con seguridad). Hay otras dificultades, pero las dejaremos para otra ocasión.
Edmond Halley no vivió para ver confirmada su predicción. Murió en 1742, el año del centenario de su amigo Newton, pero el cometa volvió puntualmente, como corresponde a un cometa predicho por un inglés. Decimos que se "recupera" un cometa o un asteroide conocidos cuando, luego de un tiempo de no saber de ellos, alguien los vuelve a ver. El astronómo alemán Johann Georg Palitzsch recuperó el cometa de Halley el día de Navidad de 1758.