jueves, 4 de diciembre de 2008

Las orejas de Saturno


A veces no basta ser testigo presencial de las cosas para saber cómo sucedieron exactamente. Es más: puede ser que nunca baste. La policía en los países desarrollados ya sabe que haber "visto" no es evidencia impepinable de nada, porque los testigos oculares son muy poco confiables. Creo que se debe a que cuando vemos no sólo captamos información del exterior, sino que la interpretamos.

El historiador del arte Ernst Gombrich cuenta la historia de un grabado de la catedral de Chartres, pintado del natural por un artista de tiempos del romanticismo. En el grabado la catedral tiene ventanas ojivales. Pero en la realidad las ventanas de la catedral de Chartres no son ojivas medievales, sino arcos. El pintor, que al realizar el grabado tenía el modelo frente a las narices, se dejó llevar por su gusto romántico por lo medieval y vio ojivas donde había arcos. Así influye en lo que vemos lo que tenemos en la cabeza.

Los pintores románticos no son los únicos que se dejan llevar por sus preferencias, teorías y expectativas. Según Gombrich, le pasó a Leonardo da Vinci. Leonardo abrió corazones humanos para ver cómo estaban hechos y, claro, dibujó lo que vio. Pues bien, resulta que en los dibujos de Leonardo se ve claramente, más que la realidad, la influencia de las teorías del médico griego antiguo Galeno.

Y le pasó a Galileo. La semana pasada hablamos de sus observaciones con el telescopio que se fabricó en 1609, y de cómo asestaron esas observaciones el golpe de gracia a la teoría antigua de un cosmos centrado en la Tierra. En alguna ocasión Galileo se burló de un contemporáneo suyo, que creyó ver el planeta Mercurio pasar frente a la refulgente cara del sol, cuando en realidad estaba viendo manchas solares (identificadas por Galileo). ¡Qué tonto!, se dice, muy ufano, Galileo. Pero hace mal, porque ni él estaba exento de interpretar los datos de una manera que, a la postre, resultó incorrecta.

Después de observar la luna (y descubrirle montañas), Júpiter (y verle lunas) y Venus (y encontrar que tenía fases), Galileo dirigió su telescopio a Saturno, el más lejano de los planetas que se ven a simple vista. Con su aparato, que aumentaba unas 30 veces, Galileo vio una especie de manchita alargada en vez de la bolita que esperaba ver. Luego de mucho pensarlo, Galileo concluyó que, puesto que ya se sabía que Júpiter tiene satélites, quizá lo que se veía en Saturno era un par de lunas muy grandes y muy ceñidas al planeta. Por el resto de su vida Galileo se refirió a ese planeta como "Saturno tricorpóreo" (Saturno de tres cuerpos) y en una carta a un colega explicó que las lunas estaban a los lados del planeta, como unas orejas.

Las orejas, claro está, son los anillos. Pero nosotros vemos anillos porque ya sabemos que ahí están. Descubrirlos en el siglo XVII requirió un telescopio más potente, amen de más experiencia con las observaciones telescópicas; y no ocurrió sino unos 20 años después de la muerte de Galileo (los anillos los identificó el astrónomo y matemático holandés Christiaan Huygens). Galileo no podía adivinar que nosotros veríamos anillos. Confrontado a los datos que arrojaba su instrumento, Galileo, como todo el mundo, interpretó. A la postre resultó que estaba equivocado. (¿Qué creencias de hoy resultarán evidentemente falsas mañana, con más observaciones? ¡Me da una curiosidad!)


P.D. Aprovecho para recomendarles alevosamente mi libro Las orejas de Saturno, que empieza con esta historia y sigue con muchas otras igual de sabrosas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días Sergio,
pues yo pienso que van a ser muchisimas las creencias que resultarán falsas. Tal vez no nos toque saber la verdad de todas, pero está comprobado que cuanto más sabemos, más nos damos cuenta que tan equivocados estabamos.
Por eso a mi me cae mal la gente que descalifica creencias, o asegura que algo es falso solo porque no se tiene pruebas. Efectivamente no se puede tomar todo como cierto, pero tampoco está bien asegurar que no lo es, porque nunca sabes si el día de mañana se comprueben esas creencias. Lo cierto es que es muy interesante descubrir cosas nuevas, aunque tiren a la basura lo que antes creimos con toda certeza.

Gracias por la recomendacion del libro, ya desde antes queria leer un libro tuyo y no sabia con cual empezar, ahora ya se. Terminando el que estoy leyedno ahorita leeré ese.

Un saludo.

Jose Maria Hernandez

Sergio de Régules dijo...

A lo mejor no es que las creencias resulten falsas, sino que empezamos a ver las cosas de otra manera que es incompatible con la anterior, diferencia sutil, pero sustanciosa.

Sí: la ausencia de pruebas no es prueba de ausencia, como dijo Carl Sagan; pero tampoco podemos ir por ahí aceptando todas las creencias nada más porque podrían ser verdad. La vida es breve y uno tiene que elegir. Yo elijo las que cumplen las duras pruebas que la comunidad científica da por buenas, lo que entre otras cosas quiere decir que hasta no haber muchas líneas de evidencia independientes y bien consensuadas, uno no se puede pronunciar sobre ninguna afirmación.

Anónimo dijo...

Es interesante saber como en esos tiempos, gracias a cientificos como Galileo hubo un gran avance, aparte de saber como se interpretaban las imagenes en esos tiempos. Aunque en esta ocasón no se compruebe lo de una imagen dice mas que mil palabras, o tal vez si pero con interpretación diferente.
Gracias por compartir esos conocimientos tan interesantes.

Itzel H. C. 6° "A" V. PREP. ALFONSO CALDERON