Imagínense una sociedad en la que sólo a unos cuantos se les permite tener hijos. Los demás trabajan para procurarles a los elegidos techo y sustento: consiguen comida, construyen las casas, patrullan las calles, reparan los desperfectos, mantienen a raya a los enemigos y velan en general por que las cosas marchen sobre ruedas. En una sociedad humana, para que los más sirvan a los menos se requiere bastante opresión e injusticia, y tal organización genera muchísimo descontento e indignación entre la mayoría (como quizá se habrán dado cuenta). Pero imagínense una comunidad en la que todos están conformes con su destino y nadie se siente pisoteado ni exprimido. ¿Existe semejante asociación de altruistas?
Sí: se llama “organismo” y sus habitantes son células de tipos muy diversos: células del sistema nervioso, musculares, hepáticas, células de la sangre, células del tejido conectivo, células de la piel, células de las gónadas: los ovarios y los testículos. En esta comunidad sólo las gónadas tienen la capacidad de efectuar la reproducción. Las demás células llevan a cabo otras tareas de administración e intendencia que mantienen al organismo saludable y en operación. Dicho de otro modo, un organismo es una federación de células que han decidido unirse por el bien común, con las prerrogativas y renuncias que tales uniones conllevan.
Hay otro caso de federación provechosa para todos sus miembros, o mejor dicho, una clase de casos: los insectos eusociales, como llaman los expertos a las hormigas y las abejas. La organización de las abejas es muy sencilla: todas son trabajadoras, menos una, que es la reina y que se encarga exclusivamente de reproducirse. Las demás construyen el panal, traen alimento y cuidan a las larvas. Los hormigueros tienen más variedad que los panales: las hormigas que los habitan pueden diferir en forma y tamaño más que un perro chihuahueño y un San Bernardo pese a ser de la misma especie, y pese a tener los mismos genes. Cada casta, como se llama a las distintas clases de individuo en una misma comunidad de hormigas, tiene un tamaño y una forma particulares, adaptados a la especialidad que le toca desempeñar en la economía del hormiguero. Entre las hormigas cortadoras hay no menos de cuatro castas: los soldados, hormigas grandes de cabeza bulbosa llena de músculos que controlan las mandíbulas; las trabajadoras medianas, que cortan hojas y las llevan al hormiguero; las trabajadoras menores, que patrullan las inmediaciones de la columna de hormigas forrajeras para defenderla; y las trabajadoras mínimas. Las hormigas trabajadoras no se comen las hojas, se alimentan de la savia de las plantas. Las hojas que llevan al nido son para cortarse y masticarse hasta producir una pulpa, a la cual las mínimas añaden gotitas de excremento, para dar sabor, digamos. Este sabroso puré sirve de alimento, pero no para las hormigas, sino para un hongo que sólo crece en los nidos de las hormigas cortadoras. El hongo produce excrecencias que las hormigas usan para alimentar a las larvas. Es decir que una comunidad de hormigas cortadoras tiene brazos para ir a buscar comida, un sistema inmunitario que mantiene a raya a los enemigos, un aparato digestivo y un aparato reproductor: son, en el mismo orden, las trabajadoras medias, los soldados y las menores, las mínimas y el hongo y finalmente la reina.
Los biólogos Edward O. Wilson y Bert Hölldobler, célebres expertos en hormigas, llaman a estas asociaciones de insectos “superorganismos” porque en una comunidad de insectos eusociales como estos, el individuo es a su comunidad lo que las células son a un organismo. Igual que nuestras células no gonádicas, las hormigas cumplen distintas funciones para mantener, no a la reina, sino al hormiguero completo. La reina cumple la función de producir larvas. Éstas se convierten en ejemplares de las distintas castas según la alimentación que les den las trabajadoras. Algunas están destinadas a convertirse en reinas –las hormigas con alas--, que va a fundar otra colonia en otra parte: el hormiguero también se reproduce.
Las historias de hormiguitas y abejitas suelen terminar con una moraleja: seamos altruistas como las hormiguitas y las abejitas. Pero a veces el altruismo es egoísmo escondido, y en cierta forma tal es el caso de nuestras hormiguitas. En la lógica descarnada de la naturaleza el bien máximo es dejar descendencia. Todos los demás bienes –la comida, el techo, el prestigio—se miden en términos del grado en que favorecen nuestras posibilidades de transmitir nuestros genes. Visto a la manera del biólogo británico Richard Dawkins, es como si nuestros genes tuvieran una sola misión: pasar a la siguiente generación. Ser altruista quiere decir sacrificar parte del bien propio por el bien de otros, o favorecer las posibilidades de reproducirse de otros a expensas de las nuestras. Los animales –y muchas personas—son altruistas sólo con sus parientes, y mientras más cercano sea el parentesco, mejor, porque favoreciendo a un pariente cercano favorecemos a una buena parte de nuestros genes.
Las células de esa federación llamada organismo tienen todas los mismos genes, por lo que, en el fondo, no están trabajando para otros. Las hormiguitas y las abejitas no tienen exactamente los mismos genes, pero, por su peculiar modo de reproducción, están más emparentadas que los hermanos en otras especies. Eso explica su ejemplar altruismo…y también explica por qué nosotros, por más que queramos, no las podemos imitar.
Quede pues la historia sin moraleja. Es biológicamente imposible.
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6 comentarios:
Que ameno es leer tus articulos. Muchas gracias por despejar nuestra mente de lo cotidiano. Siempre me quedo pensando en lo que escribes, y me gusta mucho eso.
Un saludo cordial.
Gracias, anónimo. Ése es mi objetivo: que sea divertido e interesante. No pido más.
Sergio, hara algun tiempo, creo que con el mismo Pedro Ferris de Con, escuche un analisis a muy grandes rasgos, diciendo que la primera revolucion cientifica fue la quimica, el segundo "disparo" fue la fisica, pero que el proximo "jalon" de descubrimientos y avances seran en la biologia.
¿como lo ves, que opinas? en lo personal, mientras los avances se produjeron el LAS COSAS (fisica y quimica) no tuve mayor problema, pero tomar a la vida y ponerla en la mesa de diseccion, no se, me inquieta. ¿no deberia la investigacion biologica, sobre todo en genetica, IR APAREJADA EN AVANZAR LA BIOETICA?
No me gustaria ver instrumentalizado y utilizado a seres vivos y mucho menos humanos como cosas. Que queramos entender, o aun, que sepamos los porques de la vida, no nos hace tener derecho a utilizar esta vida.
¿podrias abordar el tema en alguno de tus comentarios?
Luis Martin Baltazar Ochoa, Guadalajara, Jalisco
¿Más cercanos que hermanos? Es un concepto que todavía sigo sin poder digerir.
Aunque me alegro de no haber "nacido" como hormiga. No es lo mío ser tan devoto y abnegado al trabajo y mucho menos carecer de tiempo libre para esparcimiento individual.
Peor sería ser hormiga, ir al cine, ligar a la hormiga de al lado para que resulte ser alguien más cercano que tu propia hermana. Chaleeeee...
HOLA!
ME LLAMO FABIOLA, ME GUSTO MUCHO ESTE ARTICULO, Y TIENES MUCHA RAZON NOSOTROS COMO SERES HUMANOS QUE TENEMOS LA OPORTUNIDAD O MAS BIEN LA CAPACIDAD PARA PODER AYUDAR A LOS DEMAS NISIQUIERA LO INTENTAMOS SIN EMBARGO HAY UNOS PEQUEÑITOS ANIMALITOS QUE APESAR DE QUE TODA SU VIDA SE LA PASAN TRABAJANDO ESO NO LES IMPIDE AYUDAR A LOS DEMAS.
FABIOLA FLORES MARTINEZ 6°AV
HOLA SERGIO
ESTE ARTICULO ME GUSTO POR QUE
NOS MUESTRAS KE ANIMALES PEQUEÑOS
AYUDAN MAS , QUE UN SER HUMANO,
OJALA Y SAQUES MAS ARTICULOS
ESTAN MUY PADRES.
IVAN SAMUEL VIDAL JIMENEZ 6ºAV
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