lunes, 2 de febrero de 2009

La pesadilla de Kepler


Johannes Kepler estaba muy molesto. Hacía años que no recibía ni un centavo de su sueldo como matemático imperial del Sacro Imperio Romano. Se había pasado la vida como seminómada, huyendo de la persecución religiosa en una ciudad, de la guerra en otra. Su esposa no era feliz (y él tampoco) y algunos de sus hijos habían sucumbido a la viruela y otras enfermedades. El destino ahora le imponía otra pesada carga: su madre estaba en la cárcel, acusada de brujería...¡por culpa de un libro que escribió Kepler! La señora Kepler tenía 74 años.

El librito, titulado Somnium, es decir, El sueño, se le había ocurrido a Kepler a raíz de una conversación con su amigo y pariente, el barón Johan Matthaus Wackher von Wackenfels. El barón se maravillaba de las manchas de la luna y de cómo las explicaba Kepler: debían ser las sombras de las montañas lunares. Wackher, como casi todos sus contemporáneos, pensaba que los objetos del cielo estaban hechos de un material especial llamado éter, que era puro e inmutable, a diferencia de la Tierra, donde las cosas podían descomponerse y decaer y donde todo era podredumbre y corrupción. Que la luna tuviera montañas como la Tierra era una revelación. Kepler decidió escribir un libro para explicarle a Wackher cómo verían el cielo los habitantes de la luna y cómo describirían los selenitas la geografía de su mundo. Esta "geografía lunar", como decía Kepler, fue el Sueño.

Kepler tenía una imaginación muy vívida y fantasiosa. En vez de escribir su libro como un tratado erudito, lo redactó en forma de cuento. Un personaje llamado Duracotus viajaba a la luna impulsado por demonios. Para convocar a estos espíritus se valía de una invocación pronunciada por su madre, que era bruja. En la luna Duracotus era testigo de muchas maravillas, como la visión del globo de la Tierra suspendido en el cielo.

Pese a su talante fantasioso, Kepler también era precavido y por eso no publicó el libro, solamente lo hizo circular en privado (y en latín). Pero las cosas se le salieron de las manos y una copia del libro fue a dar a su país natal, donde los simpáticos vecinos de la mamá de Kepler lo interpretaron como autobiografía. Dicho de otro modo, se lo creyeron todo. Duracotus era evidentemente el propio Kepler y si la madre del personaje era bruja, también lo sería la señora Kepler. Añádase a esto que, en efecto, Katharina Kepler hacía pociones con hierbas, que no le caía bien a nadie por metiche y pendenciera, y que Alemania pasaba por un periodo de locura en que todo lo malo que ocurría se interpretaba como fruto de las actividades de las brujas, y se entenderá por qué el inocente cuento de Johannes Kepler fue la condena de su madre.

El asunto es bastante truculento. Se cree que quien llevó a Leonberg (ciudad natal de Katharina) la noticia del librito de Kepler fue un barbero llamado Kräutlin, que estaba de visita en casa de su hermana Ursula y el esposo de ésta, Jacob Reinbold. Ursula había sido amiga de Katharina. Tan amiga, de hecho, que cuando quedó embarazada de un hombre que no era su marido, fue a pedirle una poción abortiva, que Katharina le proporcionó. Pero la yerbera tuvo la imprudencia de divulgar el asunto y Ursula, para salvar el honor, explicó que su reciente enfermedad se había debido a un embrujo de la señora Kepler.

Al enterarse Kräutlin de las penas de su hermana (durante una borrachera en su compañía, al parecer), el barbero recordó que en el Somnium la madre de Duracotus invocaba a los demonios. Por si fuera poco, Kräutlin tenía su pleito privado con la familia Kepler, pues unos años antes había cortejado a Margarete, hermana de Johannes, la cual le había dado calabazas casándose con otro. Cundió el rumor de que Katharina tenía trato con espíritus malignos. Los vecinos recordaron que a Katharina la había criado una tía suya que había terminado sus días en la hoguera por bruja. Se supo también que en una ocasión la señora Kepler le había pedido al diácono del cementerio de Eltingen que le permitiera sacar el cráneo de la tumba de su padre, el cual quería mandar bañar en plata para ofrecérselo a su hijo Johannes como delicado recuerdo. Luego los vecinos dieron rienda suelta a su imaginación, su maledicencia y su mala fe. Uno afirmaba que su cojera se debía a que había bebido de una taza de hojalata en casa de Katharina, otro que al pasar por la calle junto a la señora Kepler había sentido un agudo dolor. La inquina aunada a la estupidez: trágica mezcla. Katharina no tenía la menor oportunidad.

Kepler se pasó seis años tratando de usar su prestigio como matemático imperial para salvar a su madre de la hoguera. Sus captores no la torturaron, pero sí le mostraron los instrumentos de tortura y le explicaron cómo se usaban. Al final Kepler consiguió que liberaran a su madre, pero las penurias, vejaciones e inquietudes que sufrió Katharina la llevaron a la tumba seis meses después.

Ironías de la vida: en 1634, cuando Kepler llevaba cuatro años en su propia tumba, su hijo Ludwig hizo publicar el Sueño para aliviar la necesidad económica de su empobrecida familia. En la obra el autor toma claramente partido por la astronomía de Nicolás Copérnico, quien 90 años antes había propuesto que sería más fácil calcular las posiciones de los planetas si se suponía que giraban alrededor del Sol y no de la Tierra. El tema era polémico. En Italia por la misma época Galileo Galilei había tenido dificultades con las autoridades religiosas por defender la misma idea. El librito podría haber sido un best seller en la Feria de Francfort (feria de libros que ya era célebre desde entonces y lo sigue siendo hoy). Nada indica que lo haya sido y de la familia de Kepler no se volvió a saber nada.

9 comentarios:

jimbo dijo...

demonios¡¡ ¿en serio es esto real? esto solo demuestra que la realidad supera por mucho a la ficcion, esto podria convertirse facilmente en un buen guion de cine o una excelente novela.

saludos sergio¡¡¡

MZM dijo...

No cabe que los científicos son personas como cualquiera de nosotros, y tienen cada historia.....
ESTA FACETA DE KEPLER NO LA CONOCIA, ESTA BUENISIMA!!!

Anónimo dijo...

Sergio: en alguno de los comentarios anteriores, platicabamos del mencionado Kepler, te lo contrastaba yo con el exótico Tycho Brahe, suponiendo que Kepler seria mas bien austero.

Aun asi nos lo pientas en este articulo y en tu participacion de la radio, como alguien mas bien ingenioso y bromista incluso consigo mismo.

... lo que me pasó por la mente, como ironía, es que el escribir un cuentito en lugar de una docta disertacion, lo que hizo ES LO QUE HACEN AHORA LOS DIVULGADORES: hacer mas atractiva la explicacion para los no entendidos en ciencias (todos nosotros). Kepler, antecesor de lso divulgadores d ciencias ¿sería justo verlo así?

Luis Martin Baltazar Ochoa, Guadalajara, Jalisco

Sergio de Régules dijo...

Hola Luis Martín: la observación es muy buena: ¿Kepler divulgador? En mi opinión, sería exagerado. Pese a que escribió su geografía lunar como un cuento, lo escribió en latín, lo que quiere decir que sólo podían leerlo los cultos. Por si fuera poco, aunque es cuento, está lleno de alegorías, simbolismos y referencias cultas. Hay quien ha dicho que el "Somnium" es el primer relato de ciencia-ficción, pero, conociéndolo, yo más bien creo que no.
A Galileo, en cambio, sí se le ven intenciones divulgativas. Galileo empezó a escribir en italiano y en forma de diálogos con explicaciones muy claras. Él mismo decía que le interesaba que lo leyera todo el mundo. En resumen: Kepler no, Galileo sí.

Anónimo dijo...

Hola, estoy buscando una edición del El sueño de Kepler en español ¿existe? dónde puedo leerlo, ¿es largo? ¿estará en la red? Busco relatos antiguos de ficción científica que tengan a la Luna como asunto. Muchas gracias.

Mario Mora dijo...

pues con la novedad que Sergio conoce tanto de Kepler que le dio por hacer una obra de teatro y tuve chance de ir a verlo

aqui les dejo la reseña

http://mmora01.blogspot.com/2009/02/fisico-teatrero.html

Anónimo dijo...

na cabe duda q la mente humana esta expuesta a sufrir la realidad de si misma. imagina pues algo y al tiempo sera una realidad

Anónimo dijo...

gracias por publicar imagen en la ciecia sr. sergio de regules saludos rafael cordova mxl.b.c

Alejandro Villarreal dijo...

Sr. Sergio de Régules:
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Me pareció muy interesante su artículo sobre Johannes Kepler, "La Mamá de Kepler", el cual leí en la revista "¿Cómo ves?", tanto por el relato de esta parte poco conocida de J. Kepler así como por los detalles aportados sobre la 'Inquisición Luterana', la cual, además de poco conocida, es poco reconocida.
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Solamente tengo una queja, y es que precisamente parece omitir la paternidad de esta Inquisición en su artículo, a pesar de ser un elemento protagonista de su escrito, pues la única referencia al luteranismo es cuando menciona la formación escolar de J. Kepler, pero no especifica que Alemania haya sido totalmente luterana así como su sistema judicial o sistema inquisitorial. Me parece importante esta distinción, pues puede confundirse con las Inquisiciones llevadas a cabo en países católicos, las cuales fueron sustancialmente diferentes en su motivación y severidad (más indulgentes), confusión que he podido comprobar al mostrar su artículo a familiares y amistades. La "quema de brujas" fue una práctica característica de las inquisiciones de países no-católicos. Gracias por su atención.