¿Cuántas veces has empezado a escribir con la frase “desde la más remota antigüedad”? No estás sólo: se le ocurre a todo el mundo cuando quieren empezar con una recapitulación histórica de su tema, o bien simplemente darle a éste un toque de interés que quizá no tiene de por sí: esto es interesante porque nos ha preocupado “desde la más remota antigüedad”. Puse la frase entrecomillada en la ventana de Google y el buscador me devolvió más de ocho mil entradas. Algunos ejemplos:
“Desde la más remota antigüedad los hombres han reconocido que la validez de ciertas normas…”
“Desde la más remota antigüedad la paloma…”
“DLMRA hemos tratado de describir nuestra posición en el Universo…”
“DLMRA el ser humano reza.”
Un buen porcentaje de los textos que corrijo y edito para la revista ¿Cómo ves?, o que me entregan mis alumnos en los cursos de redacción, empiezan evocando este tiempo lejanísimo y primigenio para justificar cualquier tema. Yo sistemáticamente elimino esta expresión aburrida, pisoteada, anodina… y perfectamente falsa: ¿quién puede saber qué sucedió en “la más remota antigüedad”? ¿Qué rayos quiere decir “la más remota antigüedad”? Yo creo que los únicos que pueden remontarse a la más remota antigüedad para hablar de lo suyo son los astrónomos y las prostitutas. Nada más. Quizá los cazadores…
Esa antigüedad tan remota que nada es más antiguo sólo puede corresponder a una cosa: el origen, el principio de principios, la Creación. O, para no ponernos solemnes ni sublimes a lo tonto, la creación, así, con minúsculas. En el siglo XVII, Johannes Kepler y luego Isaac Newton, dos personajes muy conocidos por tener calle en la colonia Anzures y en Polanco (y por otras cosillas), calcularon la antigüedad de esa más remota de las antigüedades. Para hacerlo echaron mano del relato del Génesis. En ese libro hay una sección en la que se enumeran los patriarcas que se fueron engendrando unos a otros desde Adán hasta Abraham: Adán engendró a Set, Set engendró a Enós, Enós engendró a Cainán…Taré engendró a Abram (primero se llamaba así). El Génesis especifica también la edad a la que cada patriarca engendró al que le sigue, de modo que en principio se puede calcular cuánto tiempo pasó desde Adán (“la más remota antigüedad”, según la Biblia) hasta Abram sumando las edades de los “engendró a”. Se me escapan muchos detalles del método, pero sumando los “engendró a” tanto Kepler como Newton le calculan al mundo una antigüedad de unos seis mil años.
Pero la madre de todos los cálculos de la antigüedad del mundo sumando “engendrós” se la debemos a James Ussher, arzobispo de la localidad de Armagh, Irlanda. Ussher era contemporáneo de Kepler (y por lo tanto anterior a Newton). Después de mucho pensarlo —y de muchos años de estudios—, Ussher llegó a la conclusión de que la creación había ocurrido el 26 de octubre del año 4004 a. C., ¡a las 9 de la mañana! No sé cómo alcanzó tan refinada precisión, especialmente tomando en cuenta que el Génesis no refiere la hora de los nacimientos de los patriarcas. Pero otros tomaron sus cálculos y los mejoraron (es un decir), usando cronologías de los acontecimientos narrados en el Génesis elaboradas con datos astronómicos. Un siglo y medio después, los redactores de la primera edición de la Encyclopaedia Britannica (1771) elaboraron una tabla de fechas importantes en la historia del mundo, tabla que aparece en el largo y divertidísimo artículo sobre astronomía de esa obra. El mundo, según la Britannica, fue creado en el año 4007 a. C., para que lo sepan.
Uno de los primeros científicos que trató de determinar experimentalmente la edad de nuestro planeta fue Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, acaudalado terrateniente y naturalista francés. Buffon creía que la Tierra se había formado a consecuencia de la colisión de un cometa con el Sol. El choque había liberado grandes cantidades de material solar incandescente que se reunió en una esfera caliente. La Tierra primigenia se había ido enfriando desde entonces.
En 1779 Buffon se fue al campo a recoger barro. Con el barro hizo varias bolitas de diversos tamaños, las calentó al rojo vivo en un horno y se las llevó al oscuro sótano de su mansión, donde se puso a medir cuánto tiempo tardaba el barro incandescente en confundirse con las tinieblas, es decir, en enfriarse hasta alcanzar la temperatura de la habitación. Luego Buffon extrapoló sus resultados a una esfera del tamaño de la Tierra.
Equiparar la Tierra a una enorme bola de barro sólido puede parecer un poco burdo, pero tiene el mérito de ser el primer intento de dar una respuesta científica al problema de la antigüedad de la Tierra. Buffon calculó que la Tierra tenía alrededor de 75 000 años, y por supuesto no trató de ponerle fecha de nacimiento exacta, ni mucho menos hora.
A principios del siglo XX la geocronología rebasó por la izquierda a Ussher, a Buffon y a los demás. Ernest Rutherford, físico neozelandés que investigó el origen de la radiactividad, encontró una manera de determinar la antigüedad de las rocas a partir de los átomos de elementos radiactivos que contenían (método emparentado con la famosa prueba del carbono 14). Se cuenta que en cierta ocasión, recién descubierto el método, Rutherford se presentó ante un geólogo de la universidad donde trabajaba:
—Adams —le dijo al geólogo—. ¿Qué edad se supone que tiene la Tierra?
A lo cuál el tal Adams replicó que, según varios métodos, la Tierra tenía unos 100 millones de años. Entonces Rutherford sacó una piedra que llevaba en el bolsillo y dijo en tono tranquilo:
—Pues yo sé con toda certeza que esta piedra tiene 700 millones de años.
Para los años 20 el método radiométrico de fechamiento estaba bastante perfeccionado y los geólogos empezaban a aceptar que la antigüedad de la Tierra se medía más bien en miles de millones de años. Más tarde se obtuvieron muestras de roca en Groenlandia cuya antigüedad resultó ser de unos 3,700 millones de años. Y cuando los astronautas trajeron muestras de rocas lunares, se descubrió que éstas tenían 4,600 millones de años, lo que cuadra bien con la antigüedad que los astrónomos obtiene por otros métodos para el Sol. Hoy en día se acepta que la Tierra —y con ella todo el sistema solar— existe desde hace unos 5000 millones de años.
Pero ésa es sólo la más remota antigüedad de la Tierra. La más, más, más remota sería, claro está, el origen del universo. Ése será el tema de otra entrada en este blog. Baste aquí decir que hoy creemos (aunque lo creemos con bastante certeza) que el universo tiene un poco menos de 14,000 millones de años, o sea, unas tres veces la antigüedad de la Tierra. ¿Cómo lo sabemos? Para usar una frase tan manoseada como “desde la más remota antigüedad”: no se pierdan el próximo episodio.
La marcha por la ciencia 2019
Hace 5 años
5 comentarios:
Qué padre artículo Felicidades
Poruqé no nos hablas sobre el método científico...
Sergio, muy interesante el articulo, y megusta ucho tus participaciones en Imagen. No creas que no tienes mucas aportaciones a tu blog por falta de publico, mas bien porque eso de dar de alta una cuenta en GOOGLE es un tiempo invertido, en este trajin diario que es tan avaro con el tiempo. Felicitaciones d nuevo por tus colaboraciones, amenas y provechosas
Estimado Sergio. Te escucho con frecuencia en Imagen desde Cd Juarez, la verdad te felicito por tus participaciones y tus opiniones. Me parece que nos brindas la oportunidad de aprender algo nuevo en cada participacion, ademas de estimular la autoinvestigacion. Felicidades y adelante
No me había cuestionado cunado nos hablaban de "la más remota antigudad" que tan remota pudo haber sido o donde comenzo la antiguedad a ser tan antigua que fuese remota.
Gracias por este articulo
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