En la ciencia nada es hasta que no se comprueba, y sobre todo hasta que no convence a una comunidad muy exigente. Con todo, yo creo que, desde el siglo XVII, nadie dudó seriamente que hubiera planetas en otras estrellas. La certeza no vino hasta el 6 de octubre de 1995, cuando Michel Mayor y Didier Queloz, de la Universidad de Ginebra, anunciaron que habían detectado un planeta girando alrededor de la estrella 51-Pegasi. Su artículo no tardó en convencer a la comunidad astronómica. Desde entonces los astrónomos han detectado 329 planetas extrasolares, como se les llama.
Detectar planetas en otras estrellas no es cosa fácil. Las estrellas -incluso las más cercanas- están a distancias enormes. Por si fuera poco, un planeta es un objeto comparativamente diminuto. Los planetas que giran alrededor de otras estrellas están inmersos en el brillo deslumbrante de su estrella madre. Así pues, no podemos "verlos" como vemos Júpiter o Marte, digamos. Hay que detectarlos por métodos indirectos: midiendo el bamboleo de la estrella a lo largo de los años, examinando la intensidad de la luz de ésta para ver si tiene variaciones periódicas que indiquen que algo le está pasando por enfrente, u obstruyendo por medio de un filtro la luz de la estrella para ver si así se dejan ver los minúsculos planetas. Hay otros métodos, pero éstos son los clásicos. Así se puede saber la masa de los planetas, la distancia a la que se encuentran de sus estrellas y lo que tardan en dar una vuelta (aunque son inferencias, no mediciones directas).
Lo malo es que, hasta hace poco, estos métodos sólo son sensibles a los planetas más grandes. La mayoría de los planetas extrasolares que conocemos hoy son gigantes estilo Júpiter, y más grandes. Aún no hemos detectado con toda certeza planetas que se parezcan más en tamaño a la Tierra. Porque, en el fondo, eso es lo que buscamos, ¿no creen? Lo emocionante no es saber que hay gigantes gaseosos, que hasta donde sabemos serían inhóspitos para la vida, sino encontrar un planeta hermano, donde quizá haya surgido la vida y en el mejor de los casos hasta la inteligencia.
La técnica se va acercando. Estamos ya en posibilidades de detectar "planetas terrestres", e incluso algunos grupos de investigación ya han reportado detecciones. La discusión no está zanjada, empero.
Al mismo tiempo, los astrónomos han desarrollado técnicas para husmear las atmósferas de los planetas extrasolares. La semana pasada (21 de noviembre de 2008) la astrónoma Giovana Tinetti y sus colaboradores, del University College London, presentaron los resultados de una investigación en el congreso de "moléculas en atmósferas de planetas extrasolares" que se celebró en París. Tinetti y amigos afirman que han detectado bióxido de carbono en la atmósfera de un planeta gigante situado a 63 años luz del sistema solar. El bióxido de carbono es uno de los compuestos que se esperaría encontrar en la atmósfera de un planeta con vida (pero su presencia no basta para saltar a conclusiones). El resultado es más o menos emocionante. En primer lugar, ya podemos analizar confiablemente la atmósfera de un planeta lejano (aunque en este caso es un planeta gigante donde nadie espera encontrar vida como la de la Tierra). En segundo lugar, con este descubrimiento el bióxido de carbono se suma a los otros dos "marcadores" o indicadores de vida que se han detectado en distintos planetas (agua y metano). Sólo falta uno -el oxígeno-...y desde luego falta que se encuentren todos en el MISMO planeta, que no es el caso hasta hoy.
Preguntan los que leyeron esta noticia en el portal de la revista
Nature por qué nos empeñamos en buscar vida "como la que conocemos". ¿No podría haber de otro tipo? Es posible que sí, ¡pero no sabríamos qué buscar! Por eso, con cautela científica, nos atenemos a la vida que sabemos que existe con toda certeza.
Yo esperé muchos años, desde que era niño, para que se confirmarar que hay otros planetas. Ya tengo ansias de que se confirme que hay vida en algunos de esos planetas. Parece que ese resultado -el más emocionante de todos (o casi)- podría venir en el futuro cercano. Ojalá.