viernes, 4 de marzo de 2011

Una computadora de dos mil años

En 1900 una tormenta obligó a un grupo de pescadores de esponjas a refugiarse en la minúscula isla griega de Anticitera, situada al noroeste de Creta, en el mar Egeo. Pasado el temporal, y ya entrados en gastos, decidieron buscar esponjas en las costas de la islita. A 42 metros de profundidad el pescador Elias Stadiatis vio aparecer en las tinieblas acuáticas la forma siniestra de un barco hundido. Stadiatis salió del agua con el brazo de una estatua de bronce como prueba del hallazgo. No sé cómo les fue con las esponjas, pero a los pocos meses regresaron al sitio para explorar el barco con autorización y asistencia del gobierno griego.

El naufragio resultó ser un barco romano cargado de objetos griegos de lujo. Los pescadores convertidos en los primeros arqueólogos subacuáticos rescataron estatuas de bronce y de mármol, joyas, ánforas de cerámica, cristalería y muchas monedas (a partir de las cuales se concluyó que el naufragio había ocurrido entre el año 80 y el 60 a.C.). También recuperaron un trozo de madera y metal cubierto de herrumbre y de crustáceos que parecía más una piedra marina que un refinado producto de la cultura griega antigua. El feo bulto quedó arrumbado mientras los arqueólogos y helenistas del Museo Arqueológico Nacional de Atenas se extasiaban con los bronces y los mármoles.

Pero a medida que la madera se fue secando, el material del misterioso objeto se debilitó, y un buen día de marzo de 1902 se partió en dos. Lo que había adentro parecía los restos de un instrumento astronómico. ¿Quizá un astrolabio? El astrolabio, instrumento que sirve para determinar la posición de las estrellas sobre el horizonte para orientarse en el mar, se conocía desde la antigüedad. No tendría nada de insólito encontrar uno en un barco. Pero el objeto del naufragio de Anticitera tenía también engranajes, como un mecanismo de relojería, y eso sí que era imposible. Los griegos sólo habían usado engranajes para levantar cargas y otras tareas de fuerza bruta. En el interior de aquel objeto, fabricado, según parecía, en el siglo I a.C., se veían ruedas dentadas de precisión... que se inventaron en Europa en el siglo XI, hasta donde se sabía.

Cincuenta años después el historiador de la ciencia británico Derek de Solla Price se interesó en el mecanismo de Anticitera. Price dedicó muchos años a examinar el aparato y descifrar las escasas inscripciones que aún se leían en su superficie. En 1971 se asoció con un radiólogo griego llamado Charalampos Karakalos para hacer radiografías del objeto. Las radiografías revelaron más engranajes. Karakalos y su esposa contaron minuciosamente los dientes de las ruedas, dato muy importante para descifrar su funcionamiento. En 1974 Price publicó una extensa monografía en la que concluía que el mecanismo de Anticitera era una computadora mecánica para calcular acontecimientos astronómicos. Según Price, el aparato en sus días de gloria había estado contenido en una caja con cuadrantes, o diales, por delante y por detrás. En esos cuadrantes habría agujas para indicar el movimiento anual del sol por las constelaciones del zodiaco, las fases de la luna y quizá los movimientos de los cinco planetas conocidos por los griegos. Pero la reconstrucción de Price resultó demasiado complicada para los pocos datos que en realidad tenía. Charalampos y su esposa no quedaron nada contentos con el resultado. Price murió en 1983 sin que nadie tomara en cuenta su trabajo.

Por esas fechas Michael Wright, a la sazón curador del Museo de Ciencias de Londres, se interesó en el mecanismo. El informe de Price le pareció incompleto y hasta erróneo. Sus indagaciones lo llevaron a asociarse con Allan Bromley, experto en informática de la Universidad de Sydney, Australia. Wright y Bromley no tenían grandes fondos para llevar a cabo sus investigaciones, pero Wright tiene habilidades mecánicas asombrosas, de las que echó mano para fabricar un aparato de rayos X para hacer una tomografía del mecanismo de Anticitera sin sacarlo de su museo. Wright ha usado estos datos, y ciertas suposiciones, para construir un modelo funcional del mecanismo. Wright piensa que, además de las posiciones del sol y la luna, el mecanismo de Anticitera daba también las posiciones de los cinco planetas conocidos por los griegos (Hermes, Afrodita, Ares, Zeus y Cronos, o sea, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) --todo esto a partir de la teoría astronómica griega, según la cual la tierra estaba en el centro del universo y todo lo demás giraba a su alrededor, teoría que alcanzó altos niveles de capacidad de predicción pese a que hoy la consideramos errónea en lo fundamental.



A principios de la década pasada el astrónomo Mike Edmunds, de la Universidad de Cardiff, Reino Unido, y el matemático y cineasta Tony Freeth formaron un equipo con expertos en imágenes, historiadores y paleógrafos de instituciones británicas y griegas. El equipo se llama Proyecto de Investigación del Mecanismo de Anticitera (AMRP son sus siglas en inglés). El AMRP se asoció con compañías de tecnología como Hewlett-Packard y X-Tek para sacarle toda la información posible a los restos del mecanismo de Anticitera. En 2005 el equipo trasladó a Atenas una máquina de ocho toneladas. Para llevarla al museo donde se aloja el mecanismo la policía tuvo que despejar las calles. El aparato consistía en un domo geodésico lleno de lámparas, en el centro del cual se colocarían las piezas del mecanismo. Cada una fue fotografiada con distintos ángulos de iluminación. Las imágenes se registraron en una computadora y se aplicó una técnica matemática conocida en la industria de juegos de video para resaltar al máximo el relieve de las placas metálicas del mecanismo, que contienen inscripciones que Price no había podido descifrar. Con estas técnicas, Freeth y su equipo han podido reconstruir buena parte de las inscripciones, así como descifrar la función de dos cuadrantes de medición que se encuentran en la parte posterior del mecanismo. Estos cuadrantes, hoy sabemos, tienen forma de espiral, y sirven para predecir eclipses de sol y de luna. Están basados tanto en los ciclos lunares que ya habían observado los babilonios siglos antes de la construcción del mecanismo, como en una descripción matemática muy precisa de las irregularidades del movimiento de la luna debida al astrónomo griego Hiparco, contemporáneo del aparato.

En un artículo publicado en la revista Nature en julio de 2008, el AMRP detalla sus hallazgos y plantea un nuevo modelo que contiene todo lo que se sabe hasta hoy del mecanismo de Anticitera:


El mecanismo de Anticitera está transformando nuestras ideas acerca de la ciencia y la tecnología griegas. Freeth y sus colaboradores, así como otros investigadores, piensan que no es posible que el aparato sea una pieza única. Está demasiado bien hecho. Debe ser producto de una tradición tecnológica avanzada de la que no se tenía noticia. O tal vez sí: sabemos que en el siglo II a. C. Arquímedes de Siracusa inventaba artefactos mecánicos complicados, e incluso se cuenta (lo cuenta el jurista romano Cicerón) que había construido un planetario: un aparato mecánico que reproducía los movimientos de los cielos. Algunos piensan que el mecanismo de Anticitera podría ser descendiente de Arquímedes, pero Freeth y sus colaboradores hoy creen que no, porque sus estudios de imagenología han revelado que los nombres de los meses que aparecen en los cuadrantes del mecanismo son de origen corintio, provincia del oriente griego.

Así, poco a poco, desde su descubrimiento en 1900 hasta hoy, el mecanismo de Anticitera va revelando no sólo su funcionamiento (que ha dejado atónitos a los historiadores de la ciencia), sino lo mal que conocíamos a los griegos. Quizá en adelante habría que incluir máquinas complicadísimas de relojería junto a las estatuas de mármol, los monumentos y las vides en nuestro típico cuadro griego antiguo.

8 comentarios:

Concepción dijo...

Interesante recuento histórico del hallazgo y estudio del objeto. Pero sobre todo, la redefinición de las ideas respecto a la historia de la ciencia y la técnica. Cuántas sorpresas permanecerán todavía ocultas en el Mediterráneo?

José María Hdz dijo...

Hola Sergio. Alguna vez escuche decir (no voy a decir a quien para no ser objeto de burlas) que la ciencia tiene cierto orgullo que a veces le impide ver más allá de lo que pueda descubrir por si misma. Por ejemplo (ficticio), si se encontraran restos humanos modernos fosilizados, digamos, que tuvieran antigüedad de 5 millones de años, la ciencia diría no es posible que sean humanos porque la teoría de la evolución dice que hace 5 millones de años no había humanos con nuestras características. Sin embargo, que no se conozca algo no quiere decir que no exista. Con el ejemplo de tu blog imagino que si alguien hubiera descubierto hace 120 años que los griegos en el siglo I a.C. usaban engranes para hacer relojes, o algún tipo de maquina usada para contabilizar algo, pero sin mostrar la maquina sino solo algún texto donde se intuyera que se usaban esos artefactos, algún experto hubiera dicho: estás equivocado porque en el siglo I a.C. no existían engranes de ese tipo. Sin embargo ahora descubrimos que sí existían, y se descubrió por accidente.
Mi punto es que a veces el orgullo nos ciega, aunque acepto que aceptar ciegamente cualquier prueba es contraproducente, pero de alguna manera no estaría mal considerar, con humildad, todas las opciones que se puedan utilizar para explicar algo, ¿no?
Espero no echarme comentarios encima, jajaja.

Sergio de Régules dijo...

Yo creo que no es necesariamente orgullo ni soberbia, Chema, sino simplemente la necesidad de ser cautelosos. Si al menor indicio estuviéramos dispuestos a tirar a la basura ideas firmes, nos volveríamos todos loquitos del New Age. Los engranes griegos son un caso de fenómeno que no se esperaba, pero que tampoco viola ninguna ley de la naturaleza. Los humanos de cinco millones de años, en cambio, tienen en su contra un andamiaje de observaciones y teoría mucho más contundente que la sola falta de antecedentes. Habría que hacerles muchas pruebas. De hecho, para saber su antigüedad ya se habría usado una idea científica bien establecida: el fechamiento por elementos radiactivos. Si éste arrojara sin asomo de duda una antigüedad de cinco millones de años para unos restos humanos garantizadamente modernos, entonces habría que hacer cambios en otro conjunto de ideas científicas, pero primera habría que estar muy, pero muy seguros, y esa prudencia podría malinterpretarse como soberbia o resistencia al cambio, sin serlo.

Luis Martin Baltazar Ochoa dijo...

Jajaja, ah que Chema... sale, tu no dices y yo no pregunto. Pero los cientificos DE A DEVERAS, los que con un hecho contundente, EN LUGAR DE CONTRARIARSE SE ALEGRAN, pues lejos de cerrarseles una puerta, se les abre UN HORIZONTE... los cientificos que al encontrar hechos inesperados, ESTAN DISPUESTOS CON TODA HUMILDAD A REVISAR DE NUEVO SUS CONCLUSIONES, esos cientificos no tienen ese cierto orgullo como tu dices. O Soberbia, como dice Sergio.
Pero la soberbia no es caracteristica cientifica, sino humana. Y siendo todos los cientificos humanos, esa soberbia si que es una trntacion que han de vencer para ser no solo cientificos, sino BUENOS CIENTIFICOS.
Una vez se ofrecio decir en otro lugar, a proposito de soberbia: si la realidad es diferente a lo que nosotros sabemos y creemos, pues peor para la realidad.
Gracias a Dios, mas bien al actitud cientifica es la que ya nos expresó Sergio en inserto muy anterior, sobre el Gran Colisionador de Hadrones: "lo pero que podria pasar, es que este experimento, buscando confirmar la existencia del Boson de Higgs, "solo" eso encontrara. Estupendo seria encontrar otras particulas... o "en el mejor de lso casos" no encontrar en absoluto bosnones de Higgs... habria todo un nuevo camino por abrir, para explicar esta ausencia"
BUENO PEUS ESTA ES LA ACTITUD, MAESTRO. Los hechos, los hechos, explicados o no, entendidos o no, los hechos mandan.
Me gusta decir: No hay mas agua que la que moja.

Pero, en fin, eso es polemica de otras arenas. Saludos, Jose Maria, saludos Sergio.

Sergio de Régules dijo...

Muy pertinente cita, Luis Martín, y más pertinente por ser de este blog, je, je. Aunque, de que hay científicos soberbios, los hay. También hay científicos patanes. Te puedo nombrar algunos.

Luis Martin Baltazar Ochoa dijo...

Sergo, asi es, hay soberbia y pataneria. No tieen caso nombrarlos, me basta con que tu, siendo tambien cientifico, sepas quienes son. Jaja, nombrarlos es invocarlos, y mejor asi, asi estamos bien.

UN FAVROSOTE, a ver si tiene por ahi la informacion... esta a punto de terminar la era del Transbordador espacial. Hoy. mañana o pasado, aterrizara el discovery y colorin colorado para estas naves ¿tu sabes que haran ahora para sustituirlos? ¿sera vehiculos reutilizables o de otro tipo?
Que lastima, a mi me gustaba el transbordador.

Anónimo dijo...

Hola, tengo el gusto de escucharte con Pedro Ferriz todos los viernes y me parece muy interesante todo aunque soy medio dia ama de casa mamá y demas comprendo muy bien tus comentarios felicidades.

Camila dijo...

La tecnología siempre ha existido y por eso los dispositivos se adaptan a la época y de acuerdo a los descubrimientos hechos. Obviamente en el pasado no se imaginaba poder utilizar un dispositivo para acceder a internet desde un colectivo como un celular o un ipod touch pero todo el tiempo se va a adelantando mucho y apareciendo nuevas cosas